Las palabras escritas no se las lleva el viento
Suena el despertador. Es 24 de marzo. Abro las cortinas de
mi habitación. “Hoy es el día”, me digo a mí mismo. Y en efecto. Inmediatamente
miro mi móvil y veo que alguien me está llamando. Es Pedro.
-¿Dígame?-pregunto entusiasmado.
-Enhorabuena. Impresionante. En un mes estará a la venta.
Mi teléfono cae al suelo. Comienzo a gritar y a saltar por
toda la casa. Lo he conseguido. Voy a poder pagar mis atrasos. Y lo que es más
importante. Voy a ser famoso.
El sol se ha ocultado ya entre las montañas. Estoy en una
terraza tomándome un gin tonic. Esta noche pienso arrasar. Voy a ir de bar en
bar. Y voy a embriagarme como nunca lo había hecho antes. Decido llamar a alguien
para que me acompañe. Miro la agenda de mi Smartphone.
¿A quién puedo invitar? El primer nombre que aparece es Alberto, un amigo de la
universidad. La última vez que le vi fue hace dos meses. Tomamos un café. Abro
el WhatsApp y le envío un mensaje. A pesar de que está conectado no me
contesta. Lo mismo ocurre con los siguientes 30 contactos. “Puedo disfrutar yo
solo”, me convenzo. Termino mi copa y me traslado en taxi a un bar cercano. Con
la soledad a mis espaldas.
Es un nuevo día. El gran astro y la alegría me reciben con
los brazos abiertos. Hace un mes que mi libro salió a la venta. Pedro me acaba
de llamar para confirmarme que, desde hace dos semanas, es el más vendido en
España. Un best-seller como Dios manda. Qué orgulloso me siento. En pocas horas
tengo mi primera firma de autógrafos. Así que será mejor que me prepare.
Un Mercedes Benz Clase CL se detiene en frente de mí. Un
hombre muy elegante abre su puerta y me invita a entrar. La editorial está tan
contenta con mis resultados que me proporciona todo tipo de lujos. Y eso que
estamos en crisis. Pero sé que me lo merezco.
El vehículo da unas cuantas vueltas y aparca ante un gran
centro comercial. Desciendo del automóvil y Pedro me acoge con un profundo
abrazo. Caminamos hasta el interior y me fijo en la enorme cola que me espera.
Qué horror. Estaré horas firmando libros. Pero mi autoestima aumenta cuando los
lectores me corresponden con un aplauso enorme. Intento mostrar amabilidad.
Sonrío. Por fin reconocen mi trabajo.
Una hora después, una mujer de mediana edad llega hasta la
mesita. Es su turno.
-¿A quién se lo dedico?-pregunto curvando mis labios.
-A Petra-contesta ella. Parece extranjera. Rusa,
probablemente.
Abro su libro. Hay una carta en su interior. La cojo. Estiro
el brazo y se la doy.
-No. Es mía. Para usted. Se la he dedicado-su mirada comienza
a extrañarme. Hay algo en ella que no consigo entender. Muestra una mezcla de
amabilidad y odio. ¿Hacia mí? Lo dudo. Abro el sobre y despliego el folio.
Comienzo a leer. Unas palabras bastan para conocer por qué expresa esos
sentimientos en su rostro. Me ha denunciado por plagio. Es la escritora del
libro que copié. En el fondo sabía que llegaría este día. Pero no quería
aceptarlo. Ese pensamiento lo había guardado en una caja en mi interior. Y
había fundido la llave para que no apareciera. Está claro que no recibió los
grados de temperatura necesarios. Inconscientemente, me levanto. Estiro mi
chaqueta elegante para que me llegue a la cintura. Estoy bloqueado. No sé
hablar en este preciso instante.
-Señoras y señores-la mujer se gira y comienza a hablar a
las personas que permanecían ahí-Este hombre os ha estafado. Ha copiado uno de
los libros que no llegué a publicar. No sé cómo lo habrá encontrado. Pero su
conciencia le ha permitido venir hoy aquí, a continuar con su mentira-un
murmullo se convierte en el protagonista de la sala.
Una joven de unos 15 años me mira intensamente. Se acerca.
-¿Es verdad lo que dice?-me pregunta inocentemente. Callo.
No pronuncio ni una palabra. La adolescente no retira su vista de mis ojos. Una
lágrima cae por su rostro. Lo que provoca que la acción se repita en el mío.
Arroja su libro contra el suelo y abandona la estancia llorando. Mi dignidad
acaba de esfumarse. Y mi corazón acaba de dejar de latir. No lograré salir de
esta. Jamás.
¿FIN?