miércoles, 31 de octubre de 2012

Especial Halloween 2012


Especial Halloween 2012: Oscuridad.

La historia que voy a contar a continuación ocurrió unos meses atrás. Hasta ahora no me había atrevido, pero creo que ya es el momento. Por cierto, no me he presentado. Mi nombre es Pedro. Tengo 25 años. Soy de pelo castaño y rapado. Mi piel algo clara y mis ojos verdes. Mido 177 cm.

Era 31 de octubre de 2012, Halloween. Aquella noche tenía una fiesta en el chalet de un amigo. Nadie iba disfrazado. Acudí con mi novia, una mujer con la que llevaba 10 años. Ojos azules, pelo rubio y totalmente liso, etc. Como quería acordarme de todo al día siguiente, no bebí alcohol.

La noche transcurría según lo previsto salvo algunos vómitos en el baño y alguna caída al suelo. El resto, todo normal. Mi novia, Lucía, había bebido más de la cuenta y tenía la libido bastante subida. Yo no soy un hombre de piedra y en cuanto comenzó a besarme el cuello, corrimos al coche y fuimos al bosque que había detrás de la casa.

Tras unos minutos de pasión dentro del vehículo, nos vestimos. Los cristales del automóvil estaban bastante empañados por lo que encendí el aire para que el vaho desapareciera. Cuando lo hizo, Lucía observó que el exterior estaba totalmente oscuro. No podíamos ver ni los árboles más cercanos. Abrí la puerta y salí. Una ráfaga de viento me congeló la nariz y las manos por lo que tuve que coger unos guantes del maletero. Sin embargo, tuve que pegarme al coche porque estaba todo negro. Era como si estuviera totalmente ciego. Entré rápidamente en el vehículo, encendí la luz del interior y me di cuenta de que eran imaginaciones mías. Veía.

Lucía estaba algo nerviosa y me obligó a encender las luces delanteras. No funcionaban. Una sensación de rareza me recorrió el cuerpo desde los dedos de los pies hasta mi frente. No sabíamos qué estaba pasando. El exterior no estaba oscuro, estaba negro. Como si un dibujante cogiera un papel y lo pintara totalmente de negro. Igual. Era horrible.

Volví a salir del coche. Lucía me siguió. Cogí su mano y comenzamos a andar. El suelo estaba embarrado. No recordaba que lo estuviera la primera vez que me había bajado del vehículo. Anduvimos unos pocos metros con miedo a caernos por un barranco o algo parecido. Pero no fue así. Todo seguía igual con la diferencia de que cada vez había más tierra y agua. De repente escuché el crujir de una rama tras de mí.

-¿Qué ha sido eso?-se asustó Lucía. Me abrazó.

-No lo sé cariño. Tranquila-yo no lo estaba, pero debía de tranquilizarla. Soy muy protector, quizá demasiado. Y en esta ocasión era mi responsabilidad subir un escalón más. Besé su frente prácticamente sin agacharme, ya que le saco unos 4 cm más o menos, y deshicimos el recorrido para volver al coche.

Ya dentro, encendí el motor y pisé el acelerador suavemente. El coche se movió unos metros mientras daba la vuelta para salir de aquel bosque el cual nos había engullido hasta la médula. Continuamos hacia delante, continuamos, continuamos y continuamos. Estuve unos 5 minutos con el pie en el acelerador. No había manera de salir de allí. Paré y me bajé. Cuando abrí la puerta Lucía me agarró el brazo impidiéndome pisar el suelo.

-Cariño, por favor. No salgas-rogó con alguna que otra lágrima.

No hice caso y seguí con mi hazaña. El suelo estaba más embarrado aún que la vez anterior. La temperatura había bajado. Calculé que ahora rondaría ya los 0ºC. Era todo demasiado raro. Ninguno de los anteriores años había llegado el frío tan repentinamente. ¡Pero si el día anterior habíamos llegado a los 20ºC!

Una sensación de agobio me invadió por dentro. Volví al coche y pisé el acelerador. Esta vez al máximo. Todo seguía igual de oscuro. De repente, tras varios segundos a 140 km/hora, Lucía gritó y frené en seco. Había visto una luz. Di marcha atrás. A lo lejos se veía una luz roja que imponía demasiado respeto. Era tan solo un punto. Empezó a parpadear y, algo o alguien, golpeó  mi ventanilla bruscamente. Lucía y yo nos pegamos tal susto que dimos un salto en el asiento. Yo choqué mi cabeza contra el techo.

Aquella luz roja nos tenía totalmente embobados. Estábamos en la nada. Veíamos todo negro salvo el interior y el exterior del coche. Y de repente de esa nada había aparecido una luz. Una luz roja que parpadeaba sin cesar. Me decidí acercarme a ella lentamente con mi automóvil sin hacer caso a lo que había golpeado el cristal.  Cada vez la observábamos más cerca. Desapareció en el mismo momento en el que el motor del coche dejó de funcionar. Estábamos desesperados.

Pasaron unos minutos  y Lucía salió.

-¡¿Qué está pasando aquí?!-gritó mirando al cielo. Bueno, a lo negro-¡¿Qué queréis de nosotros?! ¡Sacadme ya de aquí!-hacía un buen rato que había dejado de estar borracha. Volvió a entrar.
-¿A quién le hablas?-pregunté extrañado. Fuera no había ni un alma.

-No lo sé Pedro. Estoy desesperada-salió de nuevo-¡Dad la cara!-ahora en serio, ¿con quién hablaba? Era como si ella supiera que había algo ahí.

Inmediatamente, una luz blanca inundó todo el “cielo”. Lucía se deshizo y cayó al suelo como si no tuviera ningún órgano ni ningún hueso en su interior. Tan solo la piel y el cabello. Yo me quedé ciego. Escuchaba un ruido bastante fuerte pero veía todo incluso más negro que antes. Algo me agarró la mano y me arrastró por el suelo.

Lo siguiente que recuerdo fue encontrarme totalmente desnudo y con heridas por todas partes en la entrada del bosque. ¿Había sido abducido por extraterrestres? En ese momento estaba algo desorientado y no quería pararme a pensar  en eso. Vi la casa de la fiesta y escuché la música. Era house del duro, dubstep. Sin duda, esa era mi fiesta. Corrí hasta llegar. En la puerta me encontré a mi mejor amigo y otras 5 personas más, 3 chicos y 2 chicas.

-¿Dónde cojones estabas? ¡¿Qué te ha pasado?!-dijo mientras me abrazaba muy preocupado. El resto de gente se acercó rápidamente a mí con clara intranquilidad.

-He sido abducido por extraterrestres-me costaba hablar pero aún así lo hacía muy rápido-Estaba en el bosque y todo se ha quedado negro. De repente una luz en el cielo me cegó como si fuera un OVNI. Lo siguiente que recuerdo es esto-todos me miraban fijamente alucinados. De repente la misma luz que me había dejado ciego antes apareció en el firmamento. Caí al suelo y me tapé los oídos. Parecía que el fin del mundo se acercaba. Volví a mirar hacia arriba y todo había desaparecido. Se veían las estrellas y la luna. Las personas que se encontraban a mí alrededor no paraban de mirarme confundidos.

-¿La habéis visto?-pregunté mientras me levantaba con los ojos muy abiertos.

-No. No hemos visto nada-respondió mi amigo observándome. Me acordé de Lucía. Estaba desaparecida. Empecé a llorar.

-Lucía ha desaparecido. Estaba conmigo en el bosque-dije.

-No. Lucía no ha estado contigo-respondió como si estuviera hablando a un loco-He estado con ella toda la noche y me ha ayudado a buscarte las 4 horas que has estado desaparecido.

-Pero…-dije sin poder pronunciar palabra alguna. Lucía apareció. Acababa de salir de la casa. Se me quedó mirando fijamente como lo hacían todos. Se estaba convirtiendo en costumbre. Corrió hacia mí llorando y después lo expliqué todo. Su respuesta fue: “yo no he ido contigo a ningún sitio. Saliste de casa sin avisar. Tampoco cogiste el coche. Las llaves las tengo yo”.

-Pedro-prosiguió mi amigo. Por cierto, se llamaba Juan-¿Has tomado algo raro? Quiero decir en la fiesta.

-No. Bueno, he picado algo antes. Pero no he bebido alcohol-respondí mientras recordaba.

-¿Has comido las setas que había en la nevera?-era su casa y como yo era su mejor amigo podía coger toda la comida que quisiera.

Asentí.

-Son alucinógenas.
FIN

jueves, 25 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 6


Antonio. Parte 2

Aquella noche Antonio no pudo dormir nada. Sabía perfectamente que no había sido un político ejemplar. De hecho, probablemente fuera uno de los peores. Por ello, estuvo 8 horas tumbado en la cama de un lado para otro. Cuando conseguía dormirse, inmediatamente soñaba algo relacionado con la corrupción y se despertaba de un salto. Se dio cuenta de que necesitaba a alguien.

Por la mañana siguiente se arregló, se vistió de traje y acudió a primera hora al despacho de su hermano Javier, empresario que dirigía la compañía de congelados más importante de España. Bruscamente entró en la oficina.

-¡¿Dónde está Javier?!-preguntó a la secretaria.

-Está dentro-respondió ella. Ipso facto, Antonio abrió la puerta y entró. La secretaria lo intentó evitar pero no obtuvo resultados.

-Tranquila Juana. Puedes marcharte-dijo educadamente Javier cuando ambos se encontraban dentro.

Antonio estaba demasiado exaltado. Sabía perfectamente que Javier notaba que ocurría algo. No era muy difícil darse cuenta. Pero era imposible interiorizarlo. Un mar de acusaciones estaba a punto de caer sobre él y necesitaba ayuda urgente.

-Se avecina una muy grande-dijo encadenando las palabras sin espacios.

-¿Cómo? ¿Qué dices Antonio?-preguntó Javier extrañado.

-A ver. Hay una conspiración en el gobierno. Va a salir toda la mierda-los nervios de Antonio se iban incrementando cada segundo. El sudor comenzaba a divisarse en su frente y en sus sobacos. Sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y se limpió.

-¿Qué mierda? ¿Qué dices?-Antonio no estaba seguro si Javier conocía la corrupción que había en su trabajo. Pero era su hermano. No le importaba contárselo y, en estas circunstancias, menos.

-Que todas las corrupciones de los políticos y empresarios van a empezar a salir a la luz y nos van a empezar a juzgar. Además, España se está hundiendo económicamente. Nadie de la población sabe nada, pero como esto siga así muchos de ellos se van a ver en la calle en muy poco tiempo-el rostro de Javier cambió por completo al escuchar estas palabras. Sus cejas cayeron, y adoptó una expresión de enfado y rechazo.

-Antonio. ¡Fuera de aquí! Yo no tengo ningún problema.

-Tienes que ayudarme. Me van a investigar de un momento a otro-empezaba a pensar que su hermano no iba a socorrerlo.

-Si eres corrupto Antonio, no es mi culpa. Es problema tuyo. Fuera de aquí o llamo a seguridad.

-Mamá no querría esto-dijo Antonio llorando, a pesar de que la relación con su madre era prácticamente inexistente. Su padre había fallecido hace 3 años-Mamá y papá querrían que me ayudaras Javi. Por favor. ¿Cuánto quieres? ¿10.000€?-preguntó sacando del bolsillo de su pantalón un talonario y un bolígrafo.

-¿Te crees que soy un ‘politicucho’ de tres al cuarto a quien le puedes sobornar? Soy tu hermano. No soy escoria-inmediatamente Antonio lo volvió a guardar-En mi vida he aceptado un soborno. Esta empresa la levanté yo con el sudor de mis manos. Antonio Pérez, ¡fuera de aquí!-exclamó mientras se levantaba y señalaba con el dedo índice la puerta de salida.

Se marchó rápidamente. Un sentimiento de enfado y de celos empezó a recorrer todo su cuerpo. Enfado, porque no lo había ayudado. Celos, porque Javier había llegado a lo más alto del éxito con las manos limpias. Antonio las tenía muy sucias.

Llegó a su chalet de la periferia. Se quitó la corbata y la chaqueta. Las tiró al suelo. Fue al salón y cogió una botella de Coñac. Con ella acudió a la cocina. Sacó un vaso del armario, dos hielos del congelador y se sirvió una copa. Después se tumbó en el sofá y empezó a beber. Se puso a pensar en todo lo que le estaba ocurriendo y se acordó de la carta que había recibido el día anterior. No sabía qué hacer. Al final llegó a la conclusión de que lo mejor sería pagar a la desconocida los 2.000€ al mes. Mientras tanto, movería cielo y tierra para encontrarla. Y en el momento que eso ocurriera sería su fin.

Por la mañana siguiente, Antonio se despertó como si todo estuviera en orden. Quería aparentar normalidad. Se levantó a las 7, se duchó, desayunó mientras leía el periódico-por si acaso aparecía su nombre-cogió su maletín y se marchó al despacho. Llegó media hora antes. Tenía un asunto que tratar. Se sentó en su silla con gesto serio. Descolgó el teléfono y marcó un número.

-¿Mario?-preguntó con  tono sombrío y apagado. No conseguía disimular su depresión.

-Dime Antonio-respondió.

-Verás. Tengo un pequeño problema-no sabía cómo contárselo. Se trataba de un amigo suyo, pero que te extorsionen no es plato de buen gusto-Resulta que hace un tiempo fui a un bar. Conocí a una chica que me gustó mucho físicamente. Fuimos a un hostal y, bueno, pasó lo que tenía que pasar-de repente Antonio se acordó del topo. Sabía que Mario no era pero, ¿y si estaba escuchando la conversación? ¿Y si el teléfono estaba pinchado?-espera. Mejor quedamos. Te envío un SMS por el móvil con la hora y el sitio. Esto no es seguro-inmediatamente colgó y le mandó el mensaje.

Era ya de noche y Antonio condujo hasta un polígono totalmente alejado de la ciudad, de forma cautelosa por si le seguían. No fue así. Se bajó del  coche y esperó unos minutos. Estaba todo muy oscuro. Un vehículo llegó con las luces apagadas. Por si acaso, él se escondió hasta que se dio cuenta de que era Mario. Justo en ese instante empezó a llover fuertemente. Se refugiaron en el automóvil.

-¿Qué ocurre?-preguntó Mario preocupado. Mario era un policía de 26 años. Su pelo era castaño y algo rizado. Ojos marrones. Vestía como lo hacen los jóvenes de esa edad hoy en día. Vaqueros, zapatillas bajas, sudadera, etc. Antonio lo notaba más contento últimamente puesto que había conocido a una chica. No quería presentársela todavía.

-Hace unos meses conocí a una chica en un bar-comenzó a explicar algo nervioso-Fuimos a un hostal. Usamos condón, pero supongo que estaría roto o algo. Yo no lo sabía. Pero ayer me mandó una carta-la sacó del bolsillo de su americana. Mario leyó, frunció el ceño.

-¿Qué quieres que haga?

-Búscala. Era una mujer de unos 25 años. Esa noche llevaba un vestido rojo muy apretado y unos taconazos negros. Pelo rubio ondulado… ¿Podrás hacerlo?

-Con esos datos no lo sé-respondió Mario cabizbajo- lo intentaré. No te lo prometo-Antonio salió del vehículo y bajo la lluvia entró en el suyo.

Por la mañana siguiente, el político se encontraba en la oficina trabajando algo más tranquilo que el día anterior. Sin embargo, a las 11 de la mañana, 4 agentes de la policía irrumpieron con fuerza en su despacho.

-¿Es usted Antonio Pérez?

-Sí-respondió muy inquieto mientras se levantaba de la silla.

-Traemos una orden judicial de detención contra usted  por presunta implicación  en unos hechos consistentes en malversación de fondos públicos, evasión de impuestos y cohecho, según una investigación iniciada a raíz de una denuncia-dijo conforme esposaba sus manos.

-¿De…denuncia de quién?-preguntó Antonio derrumbándose sin poder articular prácticamente las palabras.
CONTINUARÁ

miércoles, 24 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 5


Antonio. Parte 1
Antonio Pérez. 45 años. Un político que poco a poco iba escalando en su carrera. Su único objetivo era llegar a la presidencia del país llevándose por el camino a quien hiciera falta. Como si fuera su madre. Daba igual. Él lo que quería era poseer el poder de dirigir España, el defecto más codiciado.

En 2008 era consejero de Presidencia, Justicia y Portavocía del  gobierno regional de Madrid. También era la mano derecha de la presidenta de la Comunidad. Con el dinero que ganaba, se había comprado un chalet a las afueras de la capital. Dos pisos, cada uno de 250 metros cuadrados. Jardín con piscina, pista de tenis… Su hogar era incluso más grande que el de su hermano Javier, un empresario que dirigía la compañía de congelados más importante de España. Su relación con él no era demasiado estrecha pero, al fin y al cabo, eran hermanos y un hermano está a tu lado siempre.

La mañana del 13 de Marzo de 2008 estaba trabajando en su despacho cuando recibió la inesperada visita de Javier. Éste vestía un traje azul marino, con una camisa de color salmón y unos mocasines marrones. Entró algo nervioso pero inmediatamente lo disimuló. Se sentó en la silla que se encontraba al otro lado de la mesa de Antonio.

-Hermano. ¿Qué haces aquí?-preguntó extrañado. Javier había visitado su oficina en contadas ocasiones y todas ellas para pedirle un favor o para decirle que fuera a visitar a su madre moribunda, puesto que no la veía desde hacía meses.

-Solo quería hablar con mi hermano. Hace mucho que no tenemos una larga conversación-Antonio comenzó a ponerse algo nervioso. No entendía qué hacía Javier ahí. Además, tenía mucho trabajo. Las elecciones se acercaban. La presidenta se retiraba y, como él era su mano derecha, tendría que hacerle la pelota cada instante para que lo nombrara su sucesor.

-Verás-dijo mientras cogía su chaqueta acomodada en el respaldo de la silla y se levantaba-tengo muchísimo trabajo.  Además hay  una rueda de prensa en media hora y me tengo que marchar ya.

-Está bien. Ya hablaremos otro día.

Javier salió por la puerta sin decir nada más y se fue. Antonio llamó a su secretaria y los dos abandonaron el despacho.

Aquella noche Antonio estaba libre, por lo que cogió el coche y se fue a las afueras de la ciudad. No acudió a su casa. Uno de sus hobbies era buscar prostitutas para que le hicieran favores sexuales. Pero era distinto. No le gustaban las scort de lujo. Él visitaba los barrios más marginales de la ciudad y las llevaba al mismo hostal cada noche. Según él ayudaba a los más perjudicados. Sin embargo, esa madrugada fue diferente.

Divisó desde el coche un bar que parecía tener buena pinta. Aparcó a escasos metros de la puerta. Su entrada era muy luminosa con varios carteles de color azul que parpadeaban cada segundo. El resto, como una cafetería normal y corriente. Atravesó el portón y se dirigió hasta la barra.
-Ponme un Whisky-ordenó al camarero. El barman era el típico joven de 25 años con una dilatación en cada oreja, el piercing del Septum en la nariz y un tatuaje en cada esquina del cuerpo. Su pelo desaliñado expresaba su escasa higiene.

-¿Cuál?

-El más caro-el bar por dentro era lo más corriente que existía. Unas mesas de madera con sus sillones y sofás, una diana para jugar a los dardos, etc. La gente que consumía en él también era de lo más normal. Hasta que Antonio vio a una mujer de unos 25 años.

Estaba también sentada en la barra a unos 5 metros de él. Llevaba un vestido rojo muy ceñido, con unos zapatos de tacón negros de unos 15 cm. El pelo rubio lo tenía ondulado y muy arreglado, situado de tal manera que solo caía por su perfil derecho. Parecía que estaba esperando a alguien. No paraba de mirar el reloj. Pasó media hora y seguía sola. Antonio decidió acercarse. Conforme lo hacía comenzaba a respirar un fuerte olor a perfume de frambuesa. En ese instante se enamoró.

-Buenas noches. No he podido dejar de observar que estás sola. ¿Esperas a alguien?-la mujer se quedó callada durante unos segundos mirando fijamente los azules ojos de Antonio.

-Me suenas de algo-respondió firmemente y con cierta tristeza en su voz-Tienes unos ojos muy bonitos.
Comenzaron a hablar. En pocos minutos las sonrisas empezaron a brillar en el rostro de la chica. Y en tan solo una hora, Antonio consiguió emborracharla y llevarla al hostal.

10 meses más tarde.

Antonio se encontraba concentrado trabajando en su despacho cuando entró su secretaria con un sobre en la mano. Rápidamente lo abrió. No había remite por lo que se extrañó:
“Querido Antonio,
hace una semana di a luz a un niño precioso. Se llama Antonio, como tú, su padre. Solo quería pedirte que cada mes ingresaras la pensión del bebé, 2000€. El número de mi cuenta es 2867 3957 4958 4840. No está a mi nombre ni a nombre de ningún familiar ni conocido mío así que no podrás descubrirme. Sabes quién soy. Pero no sabes mi nombre. Como no vea el día 1 de cada mes el dinero en la cuenta, tu hijo secreto saldrá a la luz y pondrá fin a tu carrera.
                                                                                                           Atentamente, la madre de tu hijo.”

En ese mismo instante Antonio se arrepintió de no haberle pedido el número o el nombre a la desconocida del vestido rojo, 10 meses atrás. Pero, para su desgracia, sus problemas no acababan ahí. En cuanto terminó de leer la carta un hombre entró veloz en su despacho.

-Antonio. Hemos descubierto que hay un topo. Nos han pillado-le susurró el hombre al oído.

-¡¿Cómo?!-gritó.
CONTINUARÁ

jueves, 18 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 4


Javier. Parte 2

Era enero de 2013.  Javier llevaba 3 meses viviendo en la calle. Esos días dormía dentro de los cajeros pero anteriormente se había acurrucado debajo de un puente. Todas las mañanas se sentaba en plena vía madrileña, formaba un cuenco con su mano y pedía algo de dinero para poder sobrevivir. Cada jornada conseguía entre 3 y 4 euros de los cuales ahorraba el 75% de ellos. Con el resto intentaba comprar algo para comer por la noche.

Todos los días soñaba con volver en un futuro a su lujosa casa, crear otra empresa desde cero y llegar al nivel de vida que poseía en 2008, justo antes de la quiebra de su compañía. Sin embargo, las horas pasaban y esos sueños se empezaban a convertir en “divagaciones de un pirado”, según sus palabras. Pero aquella mañana se despertó entre sus cartones de indigente al lado de Lica, su perra, con sus vestimentas destrozadas y su pésimo aroma, cuando una sensación  recorrió todo su cuerpo: algo iba a cambiar.

Madrugó y rápidamente los dos caminaron hacia la Gran Vía de Madrid. Volvió a sentarse en la misma esquina y comenzó a pedir limosna. Inmediatamente un hombre se acercó y le dio nada más y nada menos que 20€, un billete que Javier llevaba años sin ver. Lica, su preciosa y cariñosa galga de color blanco con alguna mota negra, recibió al desconocido con gran simpatía moviendo la cola de un lado a otro. Éste fue el primer síntoma de que ese día iba a ser totalmente diferente al resto.
Más tarde, Javier acudió al comedor social como cada mediodía. Dejó a Lica atada en una farola y entró a comer. Media hora después salió con una gran sorpresa: su perra había desaparecido. Nervioso miró a todas partes y vio a Lica alejándose de él rápidamente. En aquel momento comenzó a correr tras ella como si del fin del mundo se tratase. Su deterioro físico se había incrementado en los últimos meses de manera extraordinaria y no aguantaría mucho a tal velocidad. Pero, para su sorpresa, lo consiguió.

Tras una hora detrás de ella, Javier llegó a un barrio madrileño que nunca había visitado. Estaba todo algo más oscuro y las calles estaban desiertas debido al frío extremo. Ya era de noche y ese lugar no le resultaba seguro. Se apresuró a buscar a su compañera. Llegó a un parque y comenzó a llamarla. No aparecía. Se sentó en un banco por culpa de la frustración y comenzó a gritar. Lica era lo único que tenía en este mundo y perderla supondría una depresión que duraría meses o incluso años. Ella llevaba casi medio lustro con él y había estado en todo momento dándole el cariño y la compañía que necesitaba.

De repente, Javier escuchó algo proveniente de los matorrales que había detrás del banco. Se giró pero no vio nada. “¿Lica?”, preguntó. Pero nadie salió. Segundos después ocurrió lo mismo así que se levantó y miró entre la maleza. En ese momento una mano apareció por la retaguardia y cubrió su boca. El desconocido tiró de él y Javier cayó al suelo. Cuando se encontraba boca arriba, vio que se trataba de 5 jóvenes vestidos de chándal  con una capucha en la cabeza. Empezaron a escupirle y a reírse de él.

-Pero mírale que pintas lleva-dijo uno de ellos burlándose.

Javier intentó salir del círculo que habían formado a su alrededor pero no lo consiguió. Los muchachos comenzaron a asestarle patada tras patada hasta que llegaron los puñetazos. Él empezó a gritar pero le pegaron un zapatazo en la boca. La lucha continuó durante 5 minutos pero, para Javier, esos 5 minutos se habían convertido en horas. Su vista se fue desdibujando  y, poco a poco, todo se fue apagando. Los chicos se marcharon corriendo y Lica apareció. Rápidamente moviendo la cola se acercó y comenzó a lamerle la cara. Él prácticamente se encontraba inconsciente pero sabía perfectamente quién estaba junto a él.

-Lica, has venido-dijo con un brillo en los ojos y casi sin poder articular las palabras.

Poco a poco las luces para Javier se fueron apagando mientras acariciaba a su perra lentamente, hasta que tras media hora de agonía la oscuridad se apoderó de todo.
Su cuerpo permaneció durante toda la noche en pleno parque con Lica sentada junto a él sin separarse un milímetro. Su mano rodeaba el cuello de la perra como si de un abrazo se tratara y, ésta, no se había movido en absoluto a lo largo de toda la madrugada. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 3


Javier. Parte 1.
Eran las 12 de la noche. Javier se encontraba en el rellano de su puerta. Cogió las llaves de su bolsillo y entró en su casa. Su hogar, era un lujoso apartamento en pleno centro de Madrid. El salón era enorme. En él había una pantalla de cine, un sofá gigante, varias estanterías llenas de libros, muchos cuadros excesivamente caros, y un sinfín de fastuosos muebles que en realidad, solo estaban ahí para estorbar. Prácticamente no los usaba ya que se pasaba el día en su trabajo. Entró en su habitación y se metió directamente en la cama.

Al día siguiente, cuando Javier estaba en su despacho trabajando, un hombre vestido de traje irrumpió bruscamente en su oficina.

-¡¿Dónde está Javier?!-preguntó violentamente.

-Está dentro-respondió la secretaria.

En ese momento el hombre se dirigió velozmente al despacho.

-¡Perdona! ¡Está ocupado!-gritó la secretaria.

Hizo caso omiso, por lo que ella acudió corriendo tras él.

-Tranquila Juana. Puedes marcharte-dijo educadamente Javier.

El hombre de traje se encontraba extremadamente nervioso, así que en cuanto Juana se marchó, empezó a encadenar una palabra tras otra.

-Se avecina una muy grande-declaró articulando demasiado rápido y  casi sin vocalizar.

-¿Cómo? ¿Qué dices Antonio?-preguntó Javier extrañado.

-A ver. Hay una conspiración en el gobierno. Va a salir toda la mierda.

-¿Qué mierda? ¿Qué dices?

-Que todas las corrupciones de los políticos y empresarios van a empezar a salir a la luz y nos van a empezar a juzgar. Además, España se está hundiendo económicamente. Nadie de la población sabe nada, pero como esto siga así muchos de ellos se van a ver en la calle en muy poco tiempo.

-Antonio. ¡Fuera de aquí! Yo no tengo ningún problema.

-Tienes que ayudarme. Me van a investigar de un momento a otro.

-Si eres corrupto Antonio, no es mi culpa. Es problema tuyo. Fuera de aquí o llamo a seguridad.

-Mamá no querría esto-dijo Antonio llorando-Mamá y papá querrían que me ayudaras Javi. Por favor. ¿Cuánto quieres? ¿10.000€?

-¿Te crees que soy un ‘politicucho’ de tres al cuarto a quien le puedes sobornar? Soy tu hermano. No soy escoria. En mi vida he aceptado un soborno. Esta empresa la levanté yo con el sudor de mis manos. Antonio Pérez, ¡fuera de aquí!

Antonio se marchó más nervioso aún de lo que había entrado pero no volvió en todo el día.
Aquella noche, Javier se sentó en el sofá y encendió su enorme televisor para ver el telediario. Inmediatamente se percató de unas declaraciones en las cuales unos expertos en economía alarmaban de la inminente explosión de la burbuja inmobiliaria, lo que provocaría una gran catástrofe mundial. Inmediatamente se acordó de lo que le había dicho su hermano.

-No va a ocurrir nada-se dijo a sí mismo-Mi empresa es perfectamente solvente.

Su compañía se había colocado a la cabeza de su sector en España en el último lustro. No había motivo por el que preocuparse. Sin embargo, los meses fueron pasando y Javier se vio obligado a despedir a varios trabajadores. Entonces, llegó el 2008. Casi todos los países comenzaron a hundirse y la empresa entró en quiebra.

4 años después
Javier se había visto obligado a vender casi todos sus bienes materiales. El lujoso apartamento del centro de Madrid, se había convertido en un cochambroso piso en uno de los barrios más marginales de la ciudad. Sus trajes se habían transformado en típicas vestimentas propias de la clase baja, muy baja. Habían pasado ya 4 años desde la desaparición de su compañía y las deudas le ahogaban, por lo que decidió llamar a su hermano Antonio, el único familiar que le quedaba.

-¿Antonio?-preguntó por teléfono Javier.

-Dime.

-Verás. Quería preguntarte si podrías dejarme algo de dinero. Las deudas me atacan por todas partes y no puedo hacer frente a ninguna. Tengo el dinero justo para el alquiler de este mes. Pero no tengo para comida y cualquier día de estos me cortan la línea de teléfono-Antonio empezó a reírse-¿te estás riendo?

-Claro que me río-contestó entre carcajadas. Inmediatamente cambió el tono y se puso serio-¿Pretendes que te dé dinero después de no ayudarme en el juicio? ¿Tú sabes lo mal que lo estoy pasando?

-¿Y yo? En cualquier momento me quedo sin casa-dijo entre sollozos.

-Adiós Javier-se despidió bruscamente Antonio.

1 mes más tarde
Eran las 12 del mediodía y Javier todavía se encontraba durmiendo. De repente alguien llamó a la puerta. Éste se levantó en ropa interior y acudió rápidamente a abrir. Era su casero. No había podido pagar aquel mes el alquiler y el arrendador no estaba dispuesto a perder más dinero.

-Lo siento Javier. Pero tienes que marcharte-pidió amablemente.

-No,  por favor no. Te prometo que en cuanto pueda te pagaré-dijo mientras se ponía de rodillas ante él entre lágrimas.

-No. Lo siento. No insistas más o tendré que llamar  a la policía-terminó con voz entrecortada y triste.

Javier tenía tan solo algo de ropa y un poco de comida. Nada más. Por lo que cogió su maleta rajada por todas partes, salió por la puerta de entrada y se marchó sin despedirse para no volver.

CONTINUARÁ

viernes, 12 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 2


Juanjo y Teresa. Parte 2

1 mes después:

Era de noche y Teresa estaba sentada en su cama meditando. Se levantó y comenzó a ir de un lado a otro de la habitación. Se encontraba inquieta. Continuamente se llevaba el dedo índice a la boca y se mordía las uñas.

-Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo-se decía a sí misma cada segundo.

De repente apareció Juanjo.

-Me voy a dormir ya, o a intentarlo-dijo al mismo tiempo que se metía en la cama.

-Está bien. Yo me voy al salón un rato.

Desde el despido de Juanjo, él no había sido el mismo y su matrimonio pendía de un hilo. No sabían cómo arreglarlo. Los dos estaban hartos.

Teresa se fue al salón. Estuvo 5 minutos sentada en el sofá. Después se levantó, se agachó y sacó una mochila del espacio que había entre el suelo y el mueble. Inmediatamente fue al baño y se cerró con el pestillo. Escasos minutos después salió con una gabardina que le tapaba hasta la rodilla y se marchó de casa.

Bajó las escaleras del edificio hasta llegar al garaje. Allí, se paró en la puerta delantera de su coche mientras sacaba la llave de uno de los bolsillos de la chaqueta. Arrancó, miró al frente, suspiró y salió del subterráneo. Abandonó la ciudad y se detuvo en la periferia. Estaba todo muy oscuro. Se quitó la gabardina y salió del vehículo. Llevaba una falda de cuero negro que tan solo llegaba hasta la mitad del espacio entre la cintura y la rodilla. En la parte de arriba portaba una camiseta que parecía más bien un sujetador. En los pies unos tacones enormes.

Caminó durante unos minutos y se detuvo en una esquina de la carretera. Con una lágrima de cada ojo recorriendo su rostro para caer al vacío, esperó hasta que un coche se parara. No tardó demasiado en suceder. Un BMW negro llegó y bajó la ventanilla.

-¿Cuánto por un completo?-preguntó el desconocido.

-45€ una hora-respondió Teresa nerviosa.

-Perfecto. Sube al coche y vamos a un hostal que hay aquí al lado.

Teresa se montó y el coche se perdió en la oscuridad. Durante el trayecto el hombre no calló ni un segundo. Ella estaba tan nerviosa que no se había fijado en su cara ni en su físico en general. Tan solo escuchaba su grave voz.

El camino, a pesar de durar 5 minutos, a Teresa le resultó eterno. Como si se hubiera tratado de 1 hora. Se bajaron los dos del vehículo y rápidamente entraron en el hostal. El desconocido saludó al recepcionista como si le conociera de siempre. Teresa sospechó que todas las noches repetía la misma acción con otras mujeres.

La posada parecía lúgubre y oscura pero, para su sorpresa, la habitación parecía prácticamente de un hotel de 5 estrellas. Sólo faltaba un jacuzzi.

-Túmbate en la cama y vete desnudándote-dijo el hombre mientras entraba en el baño.

Teresa asintió con la cabeza y lo hizo. Él salió del aseo en calzoncillos y rápidamente se metió en la cama con ella. Teresa estaba a punto de vomitar de lo nerviosa que se encontraba. Nunca había hecho algo así. La crisis y la extrema escasez de comida en su hogar obligaban a hacer locuras, pero jamás se habría imaginado llegar a tal extremo.

Por suerte, el hombre no tardó mucho en terminar. Resultó un alivio para ella. Mientras se vestía, cogió su chaqueta y le dio los 45€.

-Toma. Aquí tienes-dijo dándole el dinero-Por cierto, ¿cómo te llamas?

-María-el nombre le salió del alma. Fue puro instinto.

-Encantado María. Yo me llamo Antonio, Antonio Pérez.

Teresa no se había fijado en su cara en ningún momento. En ese instante se percató de que el hombre, de entre 45 y 50 años, poseía bastante atractivo físico. Además le resultaba familiar. Pero eso no era lo importante. Lo importante era que por fin tenía dinero para ir al supermercado y para ahorrar para la hipoteca. Hacía pocos días que había llegado una notificación de aviso de embargo y tenían que hacer lo imposible para evitarlo.

Los dos se vistieron y Teresa se disponía a abandonar la habitación. Giró la manilla pero la puerta no se abrió. En ese momento se percató de que estaba cerrada con llave.

-¿Puedes abrir?-preguntó.

-¿Te quieres ir ya?-dijo Antonio con tono sombrío.

-Sí. Me esperan en casa.

Antonio cogió su chaqueta, se la puso e inmediatamente sacó una pistola. Apuntó a Teresa.

-Yo creo que no te deberías de ir. Después de tanto tiempo por fin te he encontrado.

CONTINUARÁ

miércoles, 10 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 1


Juanjo y Teresa. Parte 1


Juanjo se encontraba paralizado en el rellano de su puerta. No sabía qué hacer. Si entraba entristecería a su familia. Si se marchaba para no volver, lo haría aún más. Con paso decidido avanzó hasta la cerradura mientras sacaba las llaves de su bolsillo. De repente, sin él haberlas girado, la puerta se abrió y Pedro, su hijo, apareció. Le dio un beso en la mejilla y se fue corriendo. No se percató de la evidente expresión de angustia que retrataba su rostro.

Entró en su casa y lo primero que vio fue a su esposa Teresa viendo la televisión. Rápidamente se levantó y acudió a donde él.

-Cariño, ¿qué tal el trabajo?-le preguntó mientras retiraba la chaqueta de sus hombros.

-Bien-respondió con voz temblorosa.

De repente un escalofrío le recorrió todo su cuerpo sudado por los nervios.

-Juanjo, ¿estás bien? Estás raro. ¿Te pasa algo?

-Cariño…-Juanjo no sabía cómo decírselo. En ese momento estaba entre la espada y la pared. Temía decepcionar a su mujer, con quien llevaba 20 años de sonrisas.

-No… Dime que no ha pasado-dijo Teresa cada vez más preocupada.

-Sí. Me han despedido del banco. Estoy en el paro.

Teresa ingresó en la cola del INEM a lo largo del 2009 y desde entonces no había encontrado ninguno. La crisis se estaba incrementando y lo único que podía protegerles del desahucio era el dinero que Juanjo traía a casa todos los meses. Pero ahora ya no.

Aquella noche Juanjo no salió de su habitación. Se encontraba completamente en shock. Teresa decidió prepararle algo especial para cenar. Así que fue a la cocina, abrió la nevera y se percató de que era imposible. Las baldas estaban prácticamente vacías. Tan solo había tres yogures, un plato con sobras del mediodía y un huevo.

-Mierda-se dijo a sí misma Teresa preocupada-tendremos que esperar al cobro de Juanjo-al terminar esas palabras, inmediatamente se acordó de que ese cobro nunca llegaría. Había estado tan ocupada durante toda la tarde que su cerebro había bloqueado esa información. Un intenso escalofrío recorrió todo su cuerpo. No tenían como subsistir. No tenían absolutamente nada de dinero en la cuenta. El gobierno le había retirado a Teresa la ayuda de los 400€ el mes anterior. ¿Qué iban a hacer?

Al día siguiente Juanjo acudió temprano a la casa de su hermano. Éste no le abrió. Años atrás tuvo lugar una pelea por la herencia de sus padres y desde entonces no se dirigían la palabra.

-¿Qué quieres?-preguntó su hermano tras la puerta.

-Alejandro. Me han despedido del trabajo. A Teresa le quitaron la ayuda de los 400€ el mes pasado.  Tengo que dar de comer a tres hijos y en la nevera tengo unos pocos yogures. Por favor. Ayúdame-replicó llorando.

Alejandro no respondió. Juanjo se marchó sin saber qué hacer.

CONTINUARÁ