lunes, 19 de agosto de 2013

Tik, tak, tik, tak, tik, tak, tik, tak,...

No aguantaba más. El diario en el que trabajaba le había dado un ultimátum. O escribía algo realmente bueno para el día siguiente, o la empresa rescindiría su contrato. Pero el cerebro no caminaba. Llevaba bloqueado más de tres meses, desde que una terrible noticia había ocupado los titulares de todos periódicos de su vida de aquel día.

Encendió el ordenador. Abrió Word y fijó la mirada sobre la pantalla y el teclado. Los segundos volaban y los minutos corrían: tik, tak, tik, tak, tik, tak, tik, tak,...