domingo, 27 de enero de 2013

Vida

Siempre llega el momento en el que de repente te planteas toda tu existencia. ¿Qué va a ser de ti mañana? ¿Cómo vas a afrontar los problemas?
Ese segundo en el que la línea recta de tu vida que hasta ese instante era trazada de forma excelente y cuidadosa, se ve sometida a un punto de inflexión. Experimenta un giro de 180º y comienza a dar torpemente una vuelta tras otra encontrándose con decenas de montañas.

Muchas veces se detiene. Se detiene por culpa de obstáculos. Unos obstáculos que alguien puso ahí y han de ser sorteados. Se esconde entre las hojas caducas de los árboles para que nadie la encuentre. Tiene miedo y la cobardía ciega sus instintos hasta que el otoño se impone en la naturaleza haciendo gala de su elegancia y entonces, se ve obligada a continuar. No por interés, si no por responsabilidad. Es su deber.

Sin embargo, otras veces la línea avanza como puede sin acobardarse. Teme a las circunstancias y a su devenir. Pero es valiente, probablemente demasiado.
Explora desiertos, mares, ciclones, todo tipo de lugares. Siempre en condiciones extremas. Huye de animales hambrientos, de personas sedientas de sangre, de fenómenos meteorológicos enfurecidos mientras prosigue con la búsqueda de la tranquilidad que se merece. Una tranquilidad que no encuentra. Su secreto puede estar bajo una roca, en el tronco de un árbol, dentro de un cajón o de un armario, entre unas zarzas, o puede que lo haya tenido entre sus manos y lo haya perdido por el camino. Aunque se encuentre abandonado kilómetros atrás, más adelante, a lo largo del trayecto volverá a aparecer. Lo volverá a conocer más profundamente y, puede que esta vez, no lo olvide y lo guarde para siempre.

Pero, por desgracia, otras veces simplemente desaparece. No se esconde. Ni lo piensa. Tan sólo se despide, olvida todo lo avanzado anteriormente y se difumina entre el frío y la niebla de las montañas. No volverá a verse. Así lo decidió al atravesar aquel punto de inflexión. Una sentencia acatada en tan sólo un segundo. Una decisión inmadura, cobarde e irresponsable. Al contrario que las dos anteriores.

viernes, 25 de enero de 2013

Hoy, 25 de enero del 2013, recordamos...

A partir de hoy, 25 de enero de 2013, todas las semanas subiré
una entrada recordando una pequeña parte de algún post colgado
anteriormente. Como primer día, voy a recordar un fragmento del
capítulo 8 de Tiempos Modernos: Isabel y Enrique, parte 2. En
este caso, ambos se ven asfixiados por la terrible crisis, tanto económica
 como social, y el marido declara lo siguiente:

-Isa-dijo Enrique mientras se sentaba en el sofá y entrelazaba sus dedos 
con los de su mujer-Tengo 75 años. Tú tienes 71. Hemos pasado mucho juntos. 
La sociedad no nos va a ayudar. Está demasiado corrompida para ello. Incluso 
las personas más inocentes y las más buenas están llenas de prejuicios. Esto ya
 no es como antes. La crisis económica y social que vive España y el mundo entero, 
solo va a conseguir que acabemos en la calle debajo de un puente. Los políticos 
seguirán ganando miles de € al mes. Seguirán subiendo el IVA y todos los impuestos
 para que los que más tienen apenas paguen y los que menos tienen paguen  más. 
Seguirán quitando las prestaciones por desempleo. Seguirán forrándose a nuestra costa. 
Seguirán robando millones y no serán juzgados. Mientras que gente como tú y 
yo robará para tener algo que llevarse a la boca y acabará en el calabozo. Seguirán
 riéndose de las víctimas de ETA. Seguirá existiendo gente que mate a otra gente porque 
no tiene sus mismos ideales. Seguirán muriéndose niños y más niños en los países más 
pobres. Los ricos serán más ricos, mientras que los de clases bajas serán de clases 
aún más bajas. Este es el futuro que nos espera. Si acaba la crisis dentro de unos años 
volverá otra dentro de otros pocos. Volverá a ocurrir lo mismo. En este mundo si tienes 
dinero eres Dios. Pero si no lo tienes se ríen de ti a la cara y lo peor de todo es que tú no
 puedes hacer algo. Cariño, todo va a seguir igual por mucho que luchemos. Por mucho 
que nos manifestemos, por mucho que hagamos huelgas generales. Yo no digo que la gente 
desista y deje de hacerlo. Habrá algún día en el que los políticos se den cuenta de que 
somos personas. Personas con nuestros sentimientos. Personas que quieren vivir en 
libertad y sin ataduras... A parte de todo eso, ¿sabes qué es lo peor? Que ya no 
importa cada persona. 
Ahora solo importan los países, las naciones. Si se tiene que matar por una nación se mata. 
Se han perdido todos los valores. Se han perdido todos los derechos por los que hemos 
estado años y años luchando. Cuando los políticos dejen de considerarse superiores al 
resto de los ciudadanos, la crisis acabará. Y nosotros podremos volver a ser felices. Pero 
eso no va a ocurrir. Y para que todo siga igual prefiero estar ahí arriba sin que nos afecte 
a ti y a mí. Creo que tenemos que hacerlo. Por nuestro bien.

El capítulo lo podréis leer entero aquí: http://www.borjaa.blogspot.com.es/2012/11/tiempos-modernos-capitulo-8.html
De todas maneras, si no habéis leído ninguno, os aviso que todos los capítulos están conectados, por lo que para entenderlo tendréis que empezar desde el 1 y continuar en orden. Este es el link del capítulo 1: http://www.borjaa.blogspot.com.es/2012/10/tiempos-modernos.html

sábado, 12 de enero de 2013

Libertad de expresión

Esta mañana al entrar en mi cuenta de Facebook, la red social me hacía una pregunta como cada día: Borja, ¿cómo te sientes?. Tras pensarlo varios segundos, una respuesta sobrevoló mi mente: mal, me siento muy mal.

Miembros de ETA durante un comunicado ESCONDIENDO su rostro.
En el año 1992, nací en Bilbao. Viví en la Villa hasta los 17 años, edad con  la que me mudé a Madrid para iniciar mi carrera universitaria. A lo largo de estos 3 últimos intervalos, cuando poseo alguna oportunidad para visitar a mi familia aprovecho la ocasión, puesto que echo en falta mi ciudad natal y siempre comento que es el mejor lugar que existe en España. Pero ese pensamiento que poco a poco se iba desvaneciendo, hoy ha desaparecido.

Esta tarde se ha producido una manifestación a favor de los "Derechos Humanos" de los presos de la organización TERRORISTA ETA. Mi indignación al leer la noticia justo después de levantarme, me ha producido tal enfado en mi interior que he aprovechado Twitter como mecanismo para desahogarme, ya que no tenía otro medio. En cuestión de 5 minutos mi ira se ha desatado en forma de 5 comentarios en la red social que podéis leer a continuación: "esto ya es de coña, la Iglesia Vasca reclamando los derechos humanos a los presos de ETA. A-S-C-O. HIPÓCRITAS", "los que apoyan los derechos de los presos de ETA son igual que ellos. La diferencia es que se amparan en la palabra y el diálogo", "¿cómo pueden pedir sus derechos cuando han asesinado a cientos de personas, secuestrado, extorsionado, etc etc? Vaya secta...", "vaya país. España es un Estado en el que se apoya a los ASESINOS pero no se apoya a las víctimas del terrorismo", "todo mi apoyo desde aquí a todas las familias rotas de dolor por culpa de ETA". Sabía que las respuestas a estos tuits no  iban a tardar en llegar y, pocos minutos después, algún que otro usuario me contestó alegando que, nosotros, es decir, los españoles, ganamos por goleada en asesinos. Otra persona me rebatió apelando a que me posiciono en contra de los derechos humanos de los etarras, pero estoy a favor de los derechos del resto de asesinos españoles.
Creo que no hace falta decir más sobre estos individuos, los cuales carecen de argumento alguno amparándose en el hecho de que haya más asesinos españoles que de ETA.

La manifestación por la que estoy escribiendo este artículo, ha sido apoyada por Willy Toledo, Pilar Bardem y Sánchez-Gordillo, entre otros. Casualmente, personajes que se denominan a sí mismos con el término de "progres", pero que a la vez, defienden los Derechos Humanos de los presos.

Como bien sabemos, todos y cada uno de los ciudadanos los poseen hasta que se convierten en asesinos o se posicionan a favor de dichos elementos, lo mismo es. En el momento en el que una persona mata a otra, pierde todos y cada uno de éstos. Dejan de ser personas para convertirse en individuos carentes de sensibilidad y repletos de odio.

En los 20 años de mi vida, jamás he entendido como alguien puede apoyar el acto tan horrendo y terrorífico de matar a una persona aludiendo a la inútil lucha para el reconocimiento de la autonomía completa del País Vasco. Qué sociedad es esta en la que vivimos en donde los ciudadanos han sido relegados a un segundo plano para dar más importancia a las Instituciones, para dar más importancia a algo que ha creado la humanidad con el transcurso de los años, para dar más importancia a un territorio que tan sólo figura en unos papeles como tal.

Una persona vale más que todos los Estados juntos del mundo. Una vida es lo más grandioso que existe en este planeta, hasta que unos individuos encapuchados (que además, no tienen cojones a dar la cara), se cruzan en su camino y con pistola en mano, se despiden de ella para siempre, desaparece. Desaparece porque unos "hombres" combaten por conseguir un Estado propio, repito, anteponiendo los derechos de ese Estado a los derechos de la propia persona, de la propia vida.

Personalmente, veo a ETA y a los nacionalismos como una secta legal. Una secta en la cual lo único que importa son unos papeles mojados. La crisis, las medidas para esquivarla, los muertos, las víctimas del terrorismo, las propias vidas pasan a un segundo plano, o incluso tercero, transformándose en mártires de esta sociedad empeñada en convertir a los buenos en malísimos, y a los malos en buenísimos. La culpa de todo esto reside en los políticos por permitir esta manifestación y en los medios por dar tanta importancia a esta gentuza plasmando sus ideales diariamente en los periódicos o en las televisiones.

Si tanto pelean por la libertad de expresión, aquí tienen libertad de expresión.

sábado, 5 de enero de 2013

Recuerdos olvidados


Arboles caídos. Ramas tiradas por el suelo. Semáforos parpadeando. Carreteras sin pavimentar. Coches perdidos por el asfalto. Gasolineras cerradas. Casas sin luz. Personas vagando por las calles sin rumbo alguno. Conscientes de que su destino final está próximo y jamás podrán evitarlo. Su búsqueda nunca terminará. Porque la crueldad de la vida se ha ensañado con esos pobres individuos, productos de una sociedad degenerada y malcriada.

Lagos contaminados. Peces muertos flotando en la superficie. Otros, cronometrando su cuenta atrás mientras buscan un lugar para respirar. Un lugar en el que poder sobrevivir. 
Montes completamente secos sin un atisbo de vida animal y vegetal en sus envejecidas rocas. Parques infantiles con columpios derruidos en donde los pocos niños supervivientes, mueren de vez en cuando.

Zocos abandonados. Bolsas de mercado volando fuertemente por el horizonte, en busca de unos dedos a los que agarrarse para sentirse útiles. Comida podrida. Moscas alimentándose de ella. Bares sin una botella de alcohol aprovechada. Sin una ganancia en sus cajas registradoras repletas de telas de araña. Sillas que el viento ha arrastrado hasta el centro de la plaza, esperando la aparición de unas posaderas. Alcantarillas a punto de atascarse por el exceso de agua.

Hospitales derruidos. Ni un doctor, ni un enfermero, ni un paciente. Camillas vacías por los pasillos. Ordenadores apagados. Historiales arrojados al suelo. Televisiones rotas en las habitaciones. Medicamentos escondidos. Ambulancias taponando la entrada del edificio. Cientos de operaciones quirúrgicas suspendidas. Y, de repente, alguien entra por la puerta.

Espejos rotos en las casas. Puertas principales abiertas de par en par. Felpudos en mitad del rellano. Platos en el salón. Neveras sin funcionar. Microondas desenchufados. Fruta podrida. Comida descongelada en el frigorífico. Perros aullando. Teléfonos sonando. Relojes detenidos.

Iglesias sin el perdón de Dios. Cruces gigantes caídas en plena Eucaristía. Sotanas quemadas. Bancos cruzados impidiendo traspasar la sala.

Móviles tirados en la calzada. Cielo negro y espeso. Huracanes extremadamente peligrosos. Lluvia intensa. Viento fuerte. Autobuses abandonados taponando la vía urbana.

Escuelas sin libros. Pizarras pintarrajeadas. Tizas a punto de agotarse. Cajones vacíos. Percheros con algún abrigo deshilachado. Despachos abiertos. Cristales rotos. Recreos sin niños. Clases sin profesores. Suelo sin hierba. Y, de repente, suena un móvil.

Recuerdos perdidos para siempre. Recuerdos que jamás se encontrarán. Recuerdos que ocuparon durante un tiempo un lugar, pero que desaparecieron sin dejar rastro. Desaparecieron sin avisar. Desaparecieron sin despedirse. Desaparecieron súbitamente. Y, de repente, aparece alguien por allí. Pero sólo, de vez en cuando.