domingo, 25 de noviembre de 2012

Perdida.


Por primera vez en toda mi vida me sentía libre. Me encontraba al lado de la ría de Bilbao y no veía el final del camino. Empecé a recorrerlo. Corrí, corrí y corrí. No me cansaba. Jugaba con otros perros, algunas personas me acariciaban, era libre. Un rato después me sentí perdida. No sabía dónde estaba. Los edificios eran desconocidos y las calles diferentes. Llevaba poco tiempo en mi casa, pero ese poco tiempo había sido increíble. Dos chicos y su madre me habían recogido de la calle porque mi dueño había renegado de mí. Y ahora, les estaba dando uno de los peores disgustos de sus vidas. No les estaba agradeciendo lo que habían hecho por mí.

Llegó la noche y no sabía qué hacer. Todo me daba miedo. Los coches, los autobuses, las personas. Quería volver al calor de mi casa, al sabor de la comida, al sentimiento que desprendían sus caricias. Lo necesitaba, pero no sabía dónde me encontraba. Caminé y caminé atravesando la dura noche. Cuando me di cuenta de que la oscuridad se había apoderado de la ciudad hacía unas horas, me metí en unos matorrales y descansé hasta la mañana siguiente. ¿Me estarían buscando? Me convencía a mí misma de que sí.

Había amanecido y decidí continuar mi marcha. Aquel día estaba nublado y parecía que iba a llover. No me importaron las nubes y emprendí mi camino. Corrí algún peligro atravesando las carreteras,  nada alarmante. Me di cuenta de que había gente que se acercaba a mí como si me conociera, no sabía por qué. Huía. El miedo se apoderaba de todo mi cuerpo. De repente, cuando el sol llevaba unas 3 horas en el cielo, mi estómago empezó a rugir. Necesitaba comida. Comida y agua.

Busqué por toda la zona. Cogía todo lo que había por el suelo. Inesperadamente observé que los edificios de mí alrededor me recordaban a algo. Tenía la sensación de que había estado ahí antes. Anduve unos minutos más. Aparecí en el parque donde había empezado a correr sin mirar atrás. Estaba cerca de mi casa. Caminé. La fría noche ocupó todo el ambiente. Volví a perderme.

Habían pasado 4 jornadas. Las esperanzas de que me encontraran se desvanecían al igual que una amistad que no se riega todos los días. Busqué comida en cada rincón y lo único que encontré fue un trozo de pan tirado en el suelo. Mis fuerzas se esfumaban y mis ganas de caminar disminuían. No podía más. Me tumbé al lado de un hospital. Había cesado en mi búsqueda. Estaba segura de que no volvería a sentir el calor de mi hogar.

Minutos después escuché a un hombre gritar. Alcé la cabeza. Se acercaba a mí. En cuestión de segundos reconocí su cara. Me levanté y corrí hacia él. Me sentía más feliz que nunca. Sabía que había estado buscándome todos esos días. Sabía que no había dormido por las noches. Sabía que había abandonado el estudio por mí. Sabía lo mal que lo estaba pasando mi familia. Sabía que su madre estaba de un lado para otro buscándome. Pero ahí estaba él. Me había encontrado. Me había encontrado sin un atisbo de esperanza dentro de mí. Volvía a casa. A mi casa.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 8


Isabel y Enrique. Parte 2
2012

Isabel y Enrique tenían deudas por todas partes. Con la impresionante crisis y su paupérrima pensión, no podían pagar la hipoteca del piso. Aquella mañana se encontraban viendo la televisión. La tristeza consumía sus cuerpos y el estrés estaba provocando que aparentasen más años de los que verdaderamente tenían. Habían recibido una notificación de desahucio.

-Cariño. Cambia de canal-Isabel miró fijamente a Enrique. Éste asintió, cogió el mando y empezó a hacer zapping. Se detuvo en una cadena. Los dos miraron extrañados el televisor:

“Buenos días. Acabamos de recibir una noticia de última hora. Hace unos 50 minutos un ciudadano en uno de los barrios más marginales de la capital, ha encontrado el cuerpo sin vida de un indigente en pleno parque. Las autoridades han confirmado que se trata de Javier Pérez, el dirigente de la empresa de congelados más importante de nuestro país hasta 2008, cuando debido a la crisis fue ahogada por sus deudas y quebró. Javier, llevaba desde ese mismo año viviendo en la calle sin dinero para comer. Hemos encontrado a su hermano, quién se ha visto muy afectado por la trágica noticia:

-No tenía ni idea-decía Antonio llorando en el lugar donde habían encontrado el cuerpo-Últimamente nos habíamos distanciado mucho pero jamás me había dicho que se había quedado sin casa. Si lo hubiera sabido le habría dado cobijo en la mía.

-¿Cómo se siente ahora mismo?-le preguntó el reportero.

-Destrozado. No sé si saldré de esta.

-Entre esto y todo el infierno que está usted pasando…-dijo el entrevistador intentando cambiar de tema. Inmediatamente Antonio modificó la expresión de su rostro. Dejó de llorar.

-No voy a hablar de ello.

Nos acaban de comunicar-prosiguió la presentadora en el plató-que se ha abierto una investigación debido a las múltiples heridas que portaba el cuerpo de Javier Pérez. Seguiremos informando. Ahora vamos con otras noticias.”

Ni Isabel ni Enrique habían emitido  una sola palabra. Conocían perfectamente a Javier. Hacía ya 4 años que había salvado a Enrique de una muerte segura al donarle su riñón sin conocerlo de nada. Los dos estaban inmóviles en el sofá. Varias lágrimas cayeron de los ojos de Isa hasta llegar a las comisuras de sus labios. Enrique se levantó en ese momento y comenzó a caminar nervioso por la habitación.

-Este mundo es una puta mierda-murmuraba una y otra vez.

-¿Qué dices?-preguntó Isabel muy entristecida. Jamás habían pensado que Javier acabaría así. Eran sus amigos desde entonces pero hacía mucho tiempo que él había desaparecido. Ahora conocían las causas.

-¡Que este mundo es una puta mierda!-gritó enfurecido. En aquel instante había perdido el pequeño indicio de esperanza que quedaba en su interior.

-Enrique. Cambiando un poco de tema, tenemos que hablar de qué vamos a hacer-dijo cabizbaja. Desde que había llegado la notificación de desahucio no habían comentado ni un segundo sobre qué iba a ser de ellos. Iba siendo el momento puesto que quedaban tan sólo dos días para que ocurriera.

-No lo sé. Pero yo no pienso acabar como ha acabado Javi-respondió con toda seguridad.

-¿Entonces?-Isabel estaba muy nerviosa.

-Isa-dijo Enrique mientras se sentaba en el sofá y entrelazaba sus dedos con los de su mujer-Tengo 75 años. Tú tienes 71. Hemos pasado mucho juntos. La sociedad no nos va a ayudar. Está demasiado corrompida para ello. Incluso las personas más inocentes y las más buenas están llenas de prejuicios. Esto ya no es como antes. La crisis económica y social que vive España y el mundo entero, solo va a conseguir que acabemos en la calle debajo de un puente. Los políticos seguirán ganando miles de € al mes. Seguirán subiendo el IVA y todos los impuestos para que los que más tienen apenas paguen y los que menos tienen paguen  más. Seguirán quitando las prestaciones por desempleo. Seguirán forrándose a nuestra costa. Seguirán robando millones y no serán juzgados. Mientras que gente como tú y yo robará para tener algo que llevarse a la boca y acabará en el calabozo. Seguirán riéndose de las víctimas de ETA. Seguirá existiendo gente que mate a otra gente porque no tiene sus mismos ideales. Seguirán muriéndose niños y más niños en los países más pobres. Los ricos serán más ricos, mientras que los de clases bajas serán de clases aún más bajas. Este es el futuro que nos espera. Si acaba la crisis dentro de unos años volverá otra dentro de otros pocos. Volverá a ocurrir lo mismo. En este mundo si tienes dinero eres Dios. Pero si no lo tienes se ríen de ti a la cara y lo peor de todo es que tú no puedes hacer algo. Cariño, todo va a seguir igual por mucho que luchemos. Por mucho que nos manifestemos, por mucho que hagamos huelgas generales. Yo no digo que la gente desista y deje de hacerlo. Habrá algún día en el que los políticos se den cuenta de que somos personas. Personas con nuestros sentimientos. Personas que quieren vivir en libertad y sin ataduras... A parte de todo eso, ¿sabes qué es lo peor? Que ya no importa cada persona. Ahora solo importan los países, las naciones. Si se tiene que matar por una nación se mata. Se han perdido todos los valores. Se han perdido todos los derechos por los que hemos estado años y años luchando. Cuando los políticos dejen de considerarse superiores al resto de los ciudadanos, la crisis acabará. Y nosotros podremos volver a ser felices. Pero eso no va a ocurrir. Y para que todo siga igual prefiero estar ahí arriba sin que nos afecte a ti y a mí. Creo que tenemos que hacerlo. Por nuestro bien.

-Y, ¿Teresa?-preguntó Isabel llorando.

-Teresa nos abandonó. Pasamos una mala época por Carla. Lo hicimos fatal, sí. Pero luego hemos intentado contactar con ella cada año. No nos ha contestado. No podemos hacer más. Ella ha elegido este camino.

-Tienes razón. Todo lo que me acabas de decir sobre la sociedad, deberías de escribirlo en una carta para que cuando llegue la policía a desahuciarnos lo lea y se transmita a todos los ciudadanos.

-Cariño. Nuestra muerte va a servir para que el mundo cambie a partir de ahora. Confía en mí. Vamos a estar juntos hasta el final-se besaron en los labios y se dieron un abrazo mientras lloraban. En realidad no les importaba que todo acabase. Estaban juntos. Y eso era lo único válido para ellos.

Dos días después.

Enrique e Isabel se habían despertado temprano. Se habían preparado, habían desayunado y habían recogido la casa para tan importante día.

Eran ya las 12 del mediodía. El momento había llegado. Los dos fueron a su habitación. Enrique terminó de escribir una carta. Dejó el sobre con el papel dentro, en la mesilla de noche. Se miraron fijamente cada uno a su lado de la cama. Se dieron la mano y se tumbaron sobre el colchón. No articulaban palabra alguna. Con sus miradas lo decían todo. En la mesilla de noche de Enrique había un bote de pastillas. Nervioso, él lo cogió y lo abrió. Expulsó un puñado sobre su mano, y otro sobre la de Isabel. Se dieron un largo beso. Los dos se tomaron a la vez los comprimidos. Se volvieron a dar las manos. Isabel posó su cabeza sobre el pecho de Enrique.

-Te  quiero-dijo él.

-Y yo. Siempre te he querido y siempre te querré-respondió ella. Apretaron fuertemente sus manos. Enrique centró su mirada en Isabel, mientras ella cerraba los ojos esperando a que todo acabara. Una exposición de imágenes recorrió sus mentes. Se vieron cuando eran pequeños, cuando se conocieron, cuando empezaron a salir juntos, cuando se casaron, cuando nació Teresa, cuando se compraron el piso… Su vida había sido larga e intensa. Pero con las yemas de sus dedos estaban acariciando el fin. De repente, Isabel se dio cuenta de que el pecho de Enrique no latía. Las pastillas ya habían logrado su objetivo. Tan sólo 5 segundos después, vio una luz. Una intensísima luz. En ella apareció repentinamente su marido. Cogió su mano y caminaron juntos hacia ella.

-Estaba esperándote. No quería pasar sin ti-dijo Enrique. Los dos cruzaron la luz dados de la mano más felices que nunca. Todo había terminado.



La policía llamó a la puerta varias veces. Al ver que no recibía respuesta, tiró la puerta al suelo y varios agentes entraron. Buscaron a los ancianos y los encontraron en la habitación de matrimonio. Enrique estaba tumbado en la cama e Isabel con la cabeza apoyada sobre el pecho de su marido. Estaban muertos. Un bote de pastillas y un sobre descasaban sobre la mesa. Uno de los agentes cogió el papel y lo abrió.

“Querida sociedad, injusta sociedad
Mi nombre es Enrique y el de mi mujer Isabel. Nos habéis encontrado así porque no tenemos dinero. Los políticos nos han llevado a esta situación robándonos como se les ha antojado y mintiéndonos una y otra vez. Se piensan que somos seres que vagan por las calles. Y se creen que ellos son los únicos que tienen sentimientos. Precisamente, ellos no los tienen. Son individuos chupasangres luchando por llegar al poder arrasando con todo lo que se les ponga por delante. Lo peor de todo, es que los ciudadanos siguen votándolos. Siguen votando al partido que no movió un dedo cuando se dijo que había crisis, y al partido que ha quitado dinero a educación, sanidad, etcétera para dárselo a los bancos. Nos mienten haciéndonos creer que el sistema financiero es quien sujeta al país de la caída libre. Mentira. Son todos los que se levantan cada mañana (o cada tarde) para trabajar y poder, ya no vivir, si no sobrevivir. Todos los jóvenes que están luchando por estudiar y poder labrarse un futuro óptimo. Todos ellos son los que pelean cada día por salir adelante. No llamo a la rebelión, si no llamo a la reflexión. Y después de la reflexión, a conseguir que gente como el presidente del gobierno acabe entre rejas por mentir en el 100% de su programa electoral. TODOS los políticos actuales, o el 90% deberían de estar en la cárcel. Pero como nuestro país es España, eso nunca será así. Espero que ese ‘nunca’ se convierta en ‘pronto’. Ah. Y también espero que mi muerte y la de mi mujer caigan sobre la conciencia de todos y cada uno de los culpables de esta situación. Otra vez, los políticos, los banqueros, los asesinos…
Atentamente, Isabel y Enrique.”

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 7


Isabel y Enrique. Parte 1
1983

Isabel era una mujer de pelo castaño, largo y liso, ojos verdes y de tez bastante morena. Tenía  46 años. Su marido Enrique, de 51, siempre llevaba el cabello algo enmarañado y canoso. Sus ojos eran marrones y su piel era muy pálida. Tenían una hija que se llamaba Teresa, de 17. Era prácticamente igual que su madre. Isa, iba a dar a luz a un precioso bebé. Se llamaría Carla.

El 5 de marzo de ese mismo año, fueron corriendo al hospital. Había roto aguas al salir de la ducha y las contracciones ya habían comenzado. Al principio eran cortas y había un largo espacio entre ellas. Conforme iban pasando los minutos, eran más y con menos tiempo para descansar. A las 14.03h, Carla nació.

En aquel momento, Isabel cayó rendida del esfuerzo y se quedó dormida. Minutos después se despertó algo aturdida.

-¿Dónde está Carla?-preguntó nerviosa. Inmediatamente se dio cuenta de un llanto. Un llanto que no era el de un bebé. Era de Enrique. Estaba sentado en el sillón que había en la habitación, con las manos tapando su cara. Apoyada en el reposabrazos, se encontraba Teresa calmando a su padre. También estaba  llorando-¡¿Qué ha pasado?!-el médico apareció.

-Lo siento Isabel. Su bebé no ha podido sobrevivir. Ha luchado unos minutos pero no lo ha conseguido-respondió con tristeza y desazón.  Ella empezó a sollozar.

-Quiero ver el cadáver.

-Está bien. En unos minutos vuelvo.

A lo largo de las semanas siguientes, Isabel y Enrique dejaron de hablar. No comían, no iban a trabajar… Su vida se limitaba a levantarse, vagar por casa y dormirse. Había días incluso que no se movían de la cama. Teresa estaba harta así que una mañana fue a la habitación de sus padres.

-Mamá, papá-entró con paso firme y voz estricta-No hay nada para desayunar hoy. Tampoco para comer ni cenar. ¿Cuándo pensáis ir al supermercado?-no recibió respuesta. Isabel y Enrique se encontraban tumbados en la cama tapados con la manta, mirando al techo-¿Hola?-sin contestación-Lleváis semanas sin hablar. Tengo que hacerlo yo todo. Estoy harta. ¡Harta!-sus padres ni siquiera la miraban-Está bien. Cogeré mis cosas y me buscaré yo la vida. Olvidadme-rápidamente se fue a su cuarto, cogió su monedero y una maleta con bastante ropa. Con todo ello en mano, volvió al dormitorio de sus padres-Me voy-se quedó unos segundos en silencio-Adiós-y se marchó.

2007

Isabel y Enrique vivían en pleno centro de Madrid. Tenían ya 71 y 75 años, respectivamente. Su pensión no permitía caprichos y había veces que no llegaban a fin de mes. Por desgracia, Enrique estaba enfermo.

Hacía ya tiempo que uno de sus riñones había dejado de funcionar. El otro comenzaba a fallar y, si no recibía un donante pronto, no sobreviviría. Cada día que transcurría Isabel se preocupaba más.

-Cariño, ¿qué tal estás?-preguntó a Enrique una mañana mientras desayunaban en pijama, sentados en el salón.

-Bueno. Hoy estoy algo mejor que ayer-respondió rodeando la taza de leche caliente con las dos manos. Tenía la mirada fijada en un punto.

-Hoy tenemos que ir al médico-informó Isabel con tristeza-Nos dirá a ver si estás mejor.

-Isa, seguro que sí. Todo va a salir bien-tranquilizó cogiendo su mano y agarrándola fuerte.

Se vistieron y se marcharon al hospital. Llevaban un paso firme pero lento, ya que su edad hacía tiempo que limitaba su día a día. Tras 20 minutos caminando, llegaron al centro médico. Rápidamente fueron atendidos.

-Enrique-dijo el médico sentándose en la silla-Necesita un donante urgente. Su riñón puede fallar en cualquier momento-Isabel agachó la cabeza y se lamentó.

-Quizá ya es mi momento-respondió él. Su mujer empezó a llorar.

-No. No es tu momento Enrique. Doctor. Quiero donarle mi riñón.

-Lo siento Isabel. Pero no quiero arriesgarme. Su salud está bien, pero no como para tirar cohetes. Si se arriesga, puede no sobrevivir a la operación.

-No lo vas a hacer. Has dado toda tu vida por mí durante estos 50 años Isabel. Esto ya es lo último. Quiero que sigas adelante. Si no hay donante cuando me ocurra, será mi destino.-los dos se abrazaron con lágrimas en los ojos.

Salieron de la consulta y se dirigieron hacia la avenida. Cuando ya estaban en la calle, Enrique se empezó a marear. Poco después cayó al suelo y se desmayó. Isabel empezó a gritar y a llorar. Varios enfermeros abandonaron el hospital inmediatamente y acudieron a su auxilio. Un hombre vestido de traje y de unos 45 años que caminaba por allí, se presentó raudo y veloz mientras lo llevaban dentro de la clínica.

-¡Señora! ¿Qué ocurre?-preguntó a Isabel.

-Mi marido-respondió llorando sin cesar-necesita un riñón urgentemente-el hombre se quedó mirando fijamente sus ojos verdes.

-Yo le donaré uno de los míos. Mi nombre es Javier, Javier Pérez.

CONTINUARÁ

lunes, 5 de noviembre de 2012

Tiempos modernos. ADELANTO del capítulo 7

Isabel y Enrique. Parte 1 y Parte 2

Isabel: mujer de pelo castaño, largo y liso, ojos verdes y tez bastante morena. 71 años; Enrique: cabello algo enmarañado y canoso. Ojos marrones. Piel muy pálida. 75.
Sus vidas están a punto de cambiar cuando una persona se cruza en su camino. Sin embargo, con el paso del tiempo, algo trastocará su día a día y hará que ese cambio sea fulminado de inmediato. ¿Qué ocurrirá? Isabel y Enrique: Parte 1, estreno el miércoles 7 de Noviembre.