Caminos cruzados. Parte 1
Teresa había recurrido a la prostitución para llegar a final
de mes y poder pagar la hipoteca, si no, el desahucio no tardaría en
producirse. La primera noche, le tocó un cliente un poco problemático. Se
trataba de Antonio Pérez, un político sin ningún escrúpulo. Teresa terminó el
que ahora era su trabajo y se dispuso a abandonar el hostal donde había
sucedido todo. Giró la manilla pero la puerta no se abrió. En ese momento se
percató de que estaba cerrada con llave.
-¿Puedes abrir?-preguntó.
-¿Te quieres ir ya?-dijo Antonio con tono sombrío.
-Sí. Me esperan en casa.
Antonio cogió su chaqueta, se la puso e inmediatamente sacó
una pistola. Apuntó a Teresa.
-Yo creo que no te deberías de ir. Después de tanto tiempo
por fin te he encontrado.
Teresa se quedó inmóvil. No sabía qué hacer. Pensó en salir
corriendo pero, viendo lo que estaba pasando, imaginó que no tendría ningún
problema en disparar al instante. No había otra salida, así que optó por el
diálogo tranquilo y sumiso.
-¿Cómo? ¿Quién eres?-preguntó disimulando su nerviosismo.
-¿No sabes quién soy?-la superioridad de Antonio iba en
aumento. Creía que Teresa se iba a arrodillar ante él suplicando por su vida.
-No. No lo sé. Estoy un poco perdida ahora mismo-cada vez
estaba más tranquila. Poco a poco veía como él iba adoptando una posición de
incomodidad.
Con la pistola en mano, y sin dejar de apuntar a Teresa, fue
rodeando la habitación hasta llegar al ventanal. Cerró las cortinas. De repente
alguien llamó a la puerta. Los dos permanecieron en silencio sin moverse hasta
que él decidió dar el primer paso.
-¿Quién es?-nadie respondió. Antonio se acercó a la entrada
de la habitación, sacó la llave y abrió. Miró a los lados del pasillo. Ni un
alma. Cerró la puerta, se giró y vio a Teresa alzando una de las mesillas que
había al lado de la cama. No pudo reaccionar y golpeó en su cara. Cayó al
suelo.
Sin mirar atrás, ella salió de la habitación. Bajó las
escaleras corriendo y llegó a recepción. El recepcionista le detuvo inmediatamente.
-¿Has pagado?
-Lo siento, pero tengo que irme urgentemente. Te pagará el
hombre que ha venido conmigo-respondió nerviosa y agitada. Éste asintió.
Teresa abrió la puerta del hostal y se marchó. Descubrió que
no había casas, ni civilización. Tan solo veía la carretera, una vía secundaria
en muy mal estado. En el aparcamiento no había un solo coche. “¿Qué voy a
hacer?”, pensó mientras se sentaba en el bordillo, y Antonio apareció.
Le agarró el cuello con las dos manos. Teresa se negó a ser
ahogada y con su codo le asestó un golpe en los testículos. Antonio cayó al
suelo aturdido y ella huyó. Empezó a correr como nunca lo había hecho. No se
había dado cuenta pero la temperatura era de 0 grados y en cualquier momento
nevaría. Era una típica noche cerrada de diciembre.
Se apresuró siguiendo la carretera y en pocos segundos
descubrió que Antonio le perseguía. Se metió en el bosque que rodeaba la
calzada para que éste no le alcanzara y se perdió entre los árboles. Siguió
corriendo. Llegó a unos matorrales muy densos y decidió esconderse hasta que
llegaran los primeros rayos de sol de la mañana del día 16. En ese instante,
los primeros copos de nieve del invierno empezaron a caer.
Natalia había descubierto que Enrique había sido una de las
personas que habían traicionado a su marido. Había conseguido que Mario acabara
en la cárcel. Tras conseguir que Enrique abandonara su casa, ella hizo las
maletas para marcharse con su hijo. Tenía miedo de Enrique y, éste, volvió
mientras ella llamaba a la policía.
-¿Natalia? ¿Estás ahí? Me he dejado mi cartera-dijo detrás
de la puerta. “¿Cuándo la ha sacado?”, pensó ella.
Observó la mesa que había entre el sofá y la televisión. Ahí
estaba. Una cartera marrón cuadrada. Colgó el teléfono. Lentamente se acercó y
la cogió. Vio que dentro estaban todas las identificaciones de Enrique. Su DNI,
su tarjeta de crédito, una foto de unos ancianos que parecían ser sus padres,
dos billetes de 10€ y, junto a ellos, un papel con algo escrito. Lo sacó y lo
leyó. Su expresión cambió por completo. Una sensación de terror invadió todo su
cuerpo. Sus piernas fallaron y se desmoronó en el sofá. El trozo de folio cayó
al suelo lentamente.
-No, no puede ser-dijo horrorizada:
Que no huya. Haz que
crea que eres de los suyos, que no le vas a hacer nada. Y si ocurre algo,
llévatela. Secuéstrala. Y amenázale con matar a su hermana. Para entonces, la
tendré conmigo.
Antonio.
-¿Tengo una hermana? ¿Ellos saben quién es?- rompió a
llorar. José apareció.
-¿Qué ocurre mamá?-preguntó preocupado.
-Nada cariño, nada-tras terminar de lagrimear, decidió
organizar un plan. Segundos después, se levantó, cogió la cartera y abrió la
puerta.
-¿Por qué has tardado tanto?-interrogó Enrique extrañado.
-Me iba a meter a la ducha, lo siento-respondió algo aturdida.
.¿Te ocurre algo?
-Claro. Mi marido está en la cárcel-de repente se dio cuenta
de lo que había hecho anteriormente. Había fingido una llamada de teléfono de
la comisaría diciendo que mañana Mario sería puesto en libertad.
-Natalia, ¿no me has dicho antes que mañana lo
soltaban?-Enrique empezaba a darse cuenta de que ella conocía la verdad.
-Sí. Pero hasta entonces seguirá allí. Y estoy nerviosa-notó
que ella mentía.
-¿Puedo pasar?-preguntó Enrique amablemente.
-¿Quieres algo?-dijo ella entornando la puerta de tal manera
que sobresaliera tan solo su rostro.
-Sí. Te quiero a ti-en ese instante pegó una patada al
portón. Dio en la nariz de Natalia y ésta empezó a sangrar por ella. Cayó al
suelo y no pudo levantarse. Enrique agarró sus brazos y le arrastró por todo el
pasillo. Ella se balanceó para ser soltada pero le pegó una patada en la
cabeza. Se desmayó.
Abrió los ojos. Estaba atada a una silla sin poder moverse.
En la boca tenía una cinta que le impedía hablar. La habitación era muy
lúgubre, ni un solo mueble y con las paredes pintadas de gris. En el suelo
había ratas y el olor era irrespirable. Tras unos segundos de recomposición,
miró al frente y vio a una persona en las mismas circunstancias que ella. Sin
embargo, tenía la cabeza cubierta con un pasamontañas y una manta tapaba todo
su cuerpo. No se distinguía si era hombre o mujer. No se movía. Antonio entró
por la puerta.
-Buenos días Natalia-se miraron fijamente. Ella adoptó una
posición de enfado mientras él reía- ¿Quieres saber quién está detrás de este
pasamontañas?- no hubo respuesta.
Antonio se acercó a la persona desconocida. Agarró el gorro
que cubría su cabeza y se lo quitó. Natalia cambió su expresión por completo. No
pudo evitar exteriorizar sorpresa horror. Empezó a gritar.
FIN DE LA PRIMERA TEMPORADA