lunes, 10 de diciembre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 9


Mario y Natalia. Parte 1
2011
-Cariño, tenemos que decirte algo tu padre y yo-dijo Manuela mientras se sentaba en el sofá de casa de su hija Natalia.

-Decidme.

-Creemos-prosiguió su padre-que no fuiste adoptada por nosotros-Natalia levantó las cejas sorprendida.

-¿Qué?-no entendía lo que estaba ocurriendo. Sus padres le habían acogido justo cuando acababa de nacer.

-Nos dijeron que era cerrada. No conocimos a tus padres. Supusimos que no podrían mantenerte y que era mejor así. Pero, por lo que está ocurriendo últimamente, creemos que nos mintieron-respondió Manuela.

-No entiendo lo que me queréis decir.

-Cariño…-continuó su padre.

-No-le cortó Manuela-déjame a mí. Natalia, la persona que se encargó del trámite de la adopción y todo, fue la monja que está venga a salir en las noticias.

-¿La de los bebés robados?-una expresión de horror y sufrimiento invadió  el rostro de Natalia.
-Sí-respondieron los dos a la vez.

2012
Natalia era una mujer de 29 años de pelo castaño muy largo y algo ondulado. Su piel morena conseguía que sus ojos verdes resaltaran por encima de todo. Su mayor afición eran las muñecas de porcelana. Todas las estanterías de la casa estaban repletas de ellas. Llevaba 5 años coleccionándolas y las quería casi más que a José, su único hijo. Éste tenía 4 años y era igual que su madre, pero en versión masculina. Su padre, Mario, tenía un año más que su mujer. Su cabello era castaño y un poco rizado. Tenía los ojos bastante oscuros con un tono marrón. Era muy avispado y estaba profundamente enamorado de Natalia. Se habían conocido en el 2008 y pocos meses después ya estaban casados, viviendo juntos y con un bebé en camino. Pero en el 2012, todo se torció.

Natalia se encontraba llorando en su habitación. Estaba tumbada en la cama con varios clínex usados tirados en el suelo. En la mesilla de noche había una fotografía enmarcada. Salían ella y su marido el día que se conocieron. Cogió la imagen y la apretó contra su pecho. Su hijo entró repentinamente.

-Mamá. ¿Dónde está papá?-preguntó José mientras se subía a la cama.

Natalia se incorporó, dejó la foto en su sitio y cogió a su hijo en brazos.

-Está trabajando-respondió intentando mantener las lágrimas-Volverá dentro de poco.

-¿Por qué lloras?-continuó José al mismo tiempo que secaba el rostro de Natalia con sus manos.

-Corre. Vete a jugar.

Su dormitorio era el de un matrimonio de clase media. Los muebles no eran ni baratos ni caros, pero daba la sensación de que no les costaba en absoluto llegar a final de mes. La casa en total medía unos 120 metros cuadrados y, Natalia, presumía de ella en todas las visitas. La última había sido la de unos amigos de Mario de la comisaría. Aquel día por la mañana, Enrique Alonso llamó al timbre.

Enrique era un colega de Mario que también trabajaba con él en la jefatura de policía. Siempre vestía un poco desaliñado y cada año que pasaba, una porción más de barriga sobresalía por encima de su cinturón. La crisis le había afectado de forma extrema y todos los problemas familiares que atravesaba le estaban cobrando una factura terrible.

-Hola, Enrique-saludó Natalia cabizbaja mientras abría la puerta.

-Natalia, cariño. ¿Qué tal estás?-preguntó mientras entraba.

-Mal. Estoy muy mal. Te has enterado ya, ¿no?-respondió abrazándolo.

-Sí. Lo lamento mucho.

-Ven, que te preparo algo de tomar y te cuento.

Natalia fue a la cocina y Enrique se sentó en el sofá del salón. Estaba todo muy ordenado. El sofá estaba en el centro de la habitación. Justo en frente había un televisor de plasma. A la izquierda de éste una gran selección de películas ordenadas conforme a la fecha, arriba permanecían las más antiguas y abajo las más novedosas. A la derecha, temporadas y temporadas de las series más reconocidas de los últimos años. Entre ellas se observaban: Perdidos, Friends, Como conocí a vuestra madre, Fringe, The Walking Dead, etcétera. Enrique estaba fascinado. De repente se dio cuenta de una carta que descansaba sobre la mesa que había junto a la ventana, a la derecha del sofá. Se levantó y confirmó que Natalia continuaba preparando café en la cocina. Después, se acercó a la mesa y leyó el papel:

Cariño,
No te preocupes. Todo va a salir bien, te lo prometo. Todas mis acusaciones son totalmente falsas y tú lo sabes perfectamente. Sé quien ha falseado todas las pruebas. Intentaré demostrarlo.
Cuida de José, por favor. Si te pregunta por mí dile que estoy trabajando.
Te quiero, Mario.

Natalia apareció por sorpresa y Enrique se asustó.

-¿Pasa algo?-preguntó Natalia extrañada.

-No, no. Solo estaba leyendo esta carta-respondió un poco nervioso.

-Me la dejó Mario antes de que viniera la policía y lo detuviera-dijo ella mientras dejaba la bandeja en la mesa que había entre el sofá y el televisor. Los dos se sentaron. Ella cruzó las piernas y miró fijamente a Enrique. Por la cara con la que había entrado, sabía que traía malas noticias.

-Natalia, a tu marido le han acusado de evasión de impuestos-dijo con rostro muy serio.

 -¿¡Cómo!?-hubo unos segundos de silencio- No lo entiendo. Hemos pagado siempre religiosamente.- Natalia rompió a llorar.

-En la carta ponía que él sabe quien ha sido el que ha falseado las pruebas-afirmó él mientras cogía sus manos y las protegía con las suyas.

-Sí.

-Natalia, yo también lo sé. Por eso estoy hoy aquí.

CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario