domingo, 30 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 16

Jueves 13 de noviembre

Ahora o nunca

Todo o nada. La luz o la oscuridad. Ansiar el futuro o recordar el pasado. Aquellos 16 días habían pasado fugazmente en mi calendario. Apenas me había dado cuenta. Había reído, había llorado, me había enfadado, me había deprimido…

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 15

Miércoles 12 de noviembre

Ruido y más ruido. Mi cabeza estuvo a punto de explotar la mañana del miércoles. La noche anterior habíamos quedado GI y yo para ir al cine. Pero en el último segundo recibí un SMS avisándome de que ella no podía quedar. Olvidó que había quedado con unos amigos para despedirse. Sí. Para decirse adiós.

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 14

Martes 11 de noviembre

El calendario continuó su compás marcando el martes 11 de noviembre. Solo quedaban dos días más para que llegaran las horas tan temidas. El jueves estaba a la vuelta de la esquina y mis fuerzas por conquistarla seguían intactas gracias a la tarde

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 13

Lunes 10 de noviembre

¡Crack! La taza resbaló y cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. Estaba aún tan dormido que durante varios segundos había olvidado que en mi mano derecha sujetaba un vaso con café recién hecho. Agarré la escoba y recogí las piezas resquebrajadas del tazón que me había regalado mi madre de su viaje a Roma.

martes, 11 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 12

Domingo 9 de noviembre

El mundo había cambiado. O por lo menos, mi mundo. Las lágrimas del día anterior habían supuesto un antes y un después en mis sentimientos. No era una persona que llorara muy a menudo. Pero el domingo me levanté con un resquicio de iluminación en mi futuro. La noche había transcurrido entre pensamiento y pensamiento.

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 11

Sábado 8 de noviembre

Destrozado. Así me encontraba aquella mañana de sábado. Paula me había golpeado la cara y se había marchado para no volver porque GI había desvelado mi pequeño secreto. En mi interior estaba empezando a nacer un sentimiento de amor-odio por ella. Parecía estar llevando a cabo una venganza meditada durante días.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 10

Viernes 7 de noviembre

El primer rayo de sol se coló entre las rendijas de la persiana. Mis párpados no soportaron aquella cruel y despiadada luz. Se abrieron. Lo primero que vi fue la soledad durmiendo junto a mí. No nos despegábamos. Pero no porque yo no quisiera. Ella se empeñaba en seguirme a todos mis destinos. Al supermercado, al trabajo, incluso al cine.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 9

Jueves 6 de noviembre

Noviembre avanzaba y el otoño invernal se asentaba en la ciudad. Mi despertador sonó a las siete de la mañana. Retiré las sábanas y el edredón y me levanté. La casa estaba helada. Inmediatamente me puse el albornoz y me acerqué a un radiador para descubrir el porqué de tal temperatura.

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 8

Miércoles 5 de noviembre

-Oh, Dios. ¡¿Se lo has contado?!—gritó Mariano. Estábamos los tres en su despacho.
-No puede ser CP… No puede ser… Ala. Se acabó lo de conquistarla en 16 días. Porque después de eso vas a necesitar 16 décadas como mínimo—aseguró Lucas con las manos en la cabeza.
-Me empezó a contar todo lo de utilizar a alguien y no me pude contener. Soy una buena persona—no lo era. Pero estaba intentando convencerme de ello.
-Cuéntanos qué pasó después…

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 7

Martes 4 de noviembre

Vivo. Así me sentía cada vez que veía a GI. Un sentimiento recorría todo mi cuerpo. Surcaba el río rojo para impregnar cada recoveco de mi interior. Hasta llegar a mi corazón. Entonces, un escalofrío provocaba un temblor en mí, logrando resquebrajar todos los cimientos de mi vida. Pero aquella mañana fue diferente. A las ocho y media entró en la oficina emitiendo un campo de fuerza a su alrededor. O eso aseguraba su rostro. Estaba muy enfadada.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 6

Lunes 3 de noviembre

Invierno. La temporada invernal había llegado de golpe a Madrid. La lluvia azotaba fuertemente la ciudad y la temperatura había caído hasta los 9 grados. Yo corría hacia la oficina. Llegaba media hora tarde. El despertador había sonado pero mi cansancio lo había apagado. No fallaba. Una vez a la semana tenía que suceder.

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 5

Domingo 2 de noviembre

Era primavera. O eso parecía. Los campos estaban completamente verdes. De ellos brotaban unas preciosas flores de diferentes colores. Blancas, rojas, amarillas… Una brisa de unos 23 grados corría rozando la superficie de mi rostro. El cielo gozaba de un azul estival. Yo me encontraba sentado con mi espalda apoyada sobre un árbol. Me incorporé y comencé a caminar. Todo era desconocido para mí. Mi mente me aseguraba que mis pies nunca habían pisado aquel lugar. Agaché la cabeza. El prado era un manto verde y muy cuidado.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 4

Sábado 1 de noviembre

Me miré en el espejo. Tenía la cara completamente demacrada. Mis ojos estaban rojos. Las ojeras habían vuelto a aparecer. Mi cerebro había desconectado de mi cuerpo. Y era incapaz de mirar un objeto sin que apareciera otro exactamente igual junto a él. Eran las cuatro de la tarde. Me acababa de despertar de la fiesta de Halloween. Y sí. Aún seguía ebrio.

viernes, 31 de octubre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 3

Viernes 31 de octubre. Halloween

“-Bajó corriendo las escaleras. Llegó al segundo piso. De repente, la luz se apagó en todo el edificio. Se detuvo. Intentó calmar su respiración. Apenas lo consiguió. Estaba demasiado alterado. Escuchó un ruido tras de sí. Segundos después, una risa. No una risa inocente, sino una risa aguda, tenebrosa. Sacó su móvil entre temblores. Insertó el código y se desbloqueó. Encendió la linterna. Frente a él se encontraba un payaso ataviado
con ropa impregnada de sangre. El vestido amarillo y blanco estaba sucio y roto. Su rostro era el de un asesino retorcido. Tenía toda la cara pintada de blanco. Los dientes afilados como cuchillos. Sus labios estaban cubiertos por el líquido rojo. Y en sus manos llevaba la mano de una persona.

jueves, 30 de octubre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 2


Jueves 30 de octubre


Ring, ring, ring. Ese sonido… El despertador me llamaba. Eran las siete de la mañana y el trabajo me esperaba. Muy a mi pesar, retiré las sábanas de mi piel, me incorporé y, con el pie izquierdo, toqué el parqué de mi dormitorio. Estaba bastante frío.Eso solo podía significar una cosa: en el exterior reinaban los abrigos, las bufandas y las botas cubiertas de piel barata y artificial. Yo me negaba a dejar atrás el verano, por lo que cogí un traje azul marino ceñido y me vestí mientras desayunaba dos tostadas con aceite y jamón y un café para achisparme.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 1


Miércoles 29 de octubre

El 29 de octubre me desperté con una extraña sensación en mi cuerpo. Felicidad. Nunca antes había despegado mis párpados a las 7 de la mañana con aquella alegría. Ese sentimiento y mi inquietud por la llegada de GI al despacho de abogados formaronun cóctel molotov en

jueves, 23 de octubre de 2014

Cómo conquistar a una desconocida en 16 días: Introducción

Qué sorprendente es la vida… Un día estás en lo más alto y al día siguiente conoces a una mujer y abandonas todo por ella… Antes de todo, me voy a presentar. No voy a desvelar mi nombre, pero sí mis iniciales. Soy CP.

martes, 21 de octubre de 2014

El Portón


Parpadeé. Por fin había conseguido abrir los ojos. Todo estaba oscuro. Desconocía el lugar en el que me encontraba. Ni siquiera podía distinguir los dedos de mis manos. "¿Dónde estoy?", pensé. Todo era muy extraño.
El silencio reinaba como sucedía en las monarquías absolutistas. No bajaba la guardia ni un escaso segundo. Ni permitía libertad alguna. Intenté hablar. Pero ninguna letra brotó de mis cuerdas vocales. Decidí que debía moverme. No iba a consentir que la oscuridad se apoderara de mi alma. Procuré pronunciar 'jamás', pero no tuve suerte. El único sonido existente era el de mis pensamientos. Exacto... Esos pensamientos inoportunos que provocan dolor de cabeza. Cuando conseguí disminuir su retumbante volumen, palpé el suelo con las yemas de mis dedos. Prudencia ante todo. Cuán sorprendido me quedé... Mi cuerpo descansaba sobre un manto extrañamente parecido a la hierba. Me incorporé. Di un paso. Me incliné. Volví a tocar aquello desconocido, esta vez con la palma de mi mano. El mismo tacto. ¿Césped? Probablemente. Mis nervios se calmaron y mis pensamientos volvieron a la carga. "Estaré en algún bosque. Pero, ¿qué hago aquí?". Una angustia invadió mi mente. No fui consciente del peligro. Mis piernas comenzaron a correr. El suelo no experimentaba resaltos. Tampoco malezas. Minutos después, mi corazón y mis pulmones se aliaron para exigirme una detención inmediata. Frené en seco. Agaché la cabeza. Repentinamente me di cuenta. Podía estar en cualquier lugar. ¿Y si mis pupilas habían renegado de su trabajo? ¿Me había quedado ciego? Gracias a Dios, aquella teoría apocalíptica no logró un solo argumento a favor. Una luz amarilla comenzó a parpadear a lo lejos. Rápidamente reanudé la marcha. Durante la larga carrera llegué a la polémica y analfabeta conclusión de que en aquel destino encontraría mis respuestas. Estaba equivocado. La luz se posaba sobre un precioso portón de oro macizo. El número de éste era un ocho tumbado. "¿Infinito?", pensé. La puerta deslumbraba en su conjunto. Giré la manilla, pero la cerradura no me permitía abandonar la oscuridad. Miré alrededor. El negro era el color rey en este universo. Agaché la cabeza en un desesperado lamento. Observé el felpudo. Mi mirada no había sido capaz de observar su belleza. Era un cuadro hermosísimo. No era conocido, pero el paisaje que mostraba era increíble. A la izquierda, las montañas estaban cubiertas de nieve, al igual que el campo. El sol se despedía en el atardecer, en su lucha habitual con los nubarrones. La parte derecha era completamente diferente. La fotografía continuaba, esta vez sin una sola nube. Los montes estaban completamente verdes. Y el césped estaba repleto de animales. En aquel momento me fijé en algo imperceptible. En este caso el astro estaba naciendo. No era un sol, sino una llave. A su lado, el cuadro rezaba: "el invierno no dura eternamente". Por fin abrí la cerradura de la puerta. Una luz me cegó los ojos. Pude ver una silueta perfecta. Se acercó a mí y dijo: te estaba esperando.
En aquel instante lo entendí todo. La oscuridad, el portón, el número, el felpudo, la llave en el sol, "el invierno no dura eternamente"...
Y supe quién era aquella silueta.
Mi amor.
Mi amor eterno.

viernes, 10 de octubre de 2014

La Carretera

Imagina una carretera larga, ancha con solo dos coches caminando sobre ella. Imagina que es infinita, nunca acaba. E imagina que los dos vehículos corren a la misma velocidad. Se miran, sonríen y emanan felicidad. En el cielo brilla un sol radiante. Y en los alrededores sólo crece césped verde. ¿No es algo maravilloso, propio de un cuento de hadas? ¿Acaso no es perfecto recorrer de la mano un camino sin fin? Eso es el amor. Una calzada cuidadosamente asfaltada y con carriles de salida y de entrada. Y, por supuesto, sin kilómetro final.


Pero no todos los viajes son de igual manera. En el primer minuto de tu historia permaneces detenido en un Área de Descanso. No quieres encontrarte con ningún otro viajero. A veces, esporádicamente. Hasta que sin darte cuenta te has subido a tu vehículo y te diriges hacia el Cruce. Pones el intermitente derecho. No el izquierdo. Hay que evitar deshacer el camino recorrido. Esperas a que alguien te ceda el paso. Al principio solo hay un carril para tu sentido. Ves un coche pasar. Rápidamente aceleras y le persigues. Puede que al llegar al Doble Carril os deis la mano. O puede que aumente su velocidad y te rezagues. Por ello, hay que abandonar el Área de Descanso pacientemente. Poco a poco. Sin pisar a fondo el acelerador. De esa manera llegarás. El tiempo no importa. El objetivo es triunfar. Cruzaréis cientos de Baches y decenas de Retenciones hasta llegar a vuestro Destino. Ya sea el más ansiado o el más repudiado. De eso trata el Amor. De un Área de Descanso, de un Cruce, de un Doble Carril, de innumerables Baches, de muchas Retenciones y de un solo Destino. Un único Destino. 

martes, 22 de abril de 2014

El escritor frustrado. Parte 2

Las palabras escritas no se las lleva el viento

Suena el despertador. Es 24 de marzo. Abro las cortinas de mi habitación. “Hoy es el día”, me digo a mí mismo. Y en efecto. Inmediatamente miro mi móvil y veo que alguien me está llamando. Es Pedro.

-¿Dígame?-pregunto entusiasmado.
-Enhorabuena. Impresionante. En un mes estará a la venta.
Mi teléfono cae al suelo. Comienzo a gritar y a saltar por toda la casa. Lo he conseguido. Voy a poder pagar mis atrasos. Y lo que es más importante. Voy a ser famoso.

El sol se ha ocultado ya entre las montañas. Estoy en una terraza tomándome un gin tonic. Esta noche pienso arrasar. Voy a ir de bar en bar. Y voy a embriagarme como nunca lo había hecho antes. Decido llamar a alguien para que me acompañe. Miro la agenda de mi Smartphone. ¿A quién puedo invitar? El primer nombre que aparece es Alberto, un amigo de la universidad. La última vez que le vi fue hace dos meses. Tomamos un café. Abro el WhatsApp y le envío un mensaje. A pesar de que está conectado no me contesta. Lo mismo ocurre con los siguientes 30 contactos. “Puedo disfrutar yo solo”, me convenzo. Termino mi copa y me traslado en taxi a un bar cercano. Con la soledad a mis espaldas.

Es un nuevo día. El gran astro y la alegría me reciben con los brazos abiertos. Hace un mes que mi libro salió a la venta. Pedro me acaba de llamar para confirmarme que, desde hace dos semanas, es el más vendido en España. Un best-seller como Dios manda. Qué orgulloso me siento. En pocas horas tengo mi primera firma de autógrafos. Así que será mejor que me prepare.

Un Mercedes Benz Clase CL se detiene en frente de mí. Un hombre muy elegante abre su puerta y me invita a entrar. La editorial está tan contenta con mis resultados que me proporciona todo tipo de lujos. Y eso que estamos en crisis. Pero sé que me lo merezco.

El vehículo da unas cuantas vueltas y aparca ante un gran centro comercial. Desciendo del automóvil y Pedro me acoge con un profundo abrazo. Caminamos hasta el interior y me fijo en la enorme cola que me espera. Qué horror. Estaré horas firmando libros. Pero mi autoestima aumenta cuando los lectores me corresponden con un aplauso enorme. Intento mostrar amabilidad. Sonrío. Por fin reconocen mi trabajo.

Una hora después, una mujer de mediana edad llega hasta la mesita. Es su turno.

-¿A quién se lo dedico?-pregunto curvando mis labios.
-A Petra-contesta ella. Parece extranjera. Rusa, probablemente.
Abro su libro. Hay una carta en su interior. La cojo. Estiro el brazo y se la doy.
-No. Es mía. Para usted. Se la he dedicado-su mirada comienza a extrañarme. Hay algo en ella que no consigo entender. Muestra una mezcla de amabilidad y odio. ¿Hacia mí? Lo dudo. Abro el sobre y despliego el folio. Comienzo a leer. Unas palabras bastan para conocer por qué expresa esos sentimientos en su rostro. Me ha denunciado por plagio. Es la escritora del libro que copié. En el fondo sabía que llegaría este día. Pero no quería aceptarlo. Ese pensamiento lo había guardado en una caja en mi interior. Y había fundido la llave para que no apareciera. Está claro que no recibió los grados de temperatura necesarios. Inconscientemente, me levanto. Estiro mi chaqueta elegante para que me llegue a la cintura. Estoy bloqueado. No sé hablar en este preciso instante.
-Señoras y señores-la mujer se gira y comienza a hablar a las personas que permanecían ahí-Este hombre os ha estafado. Ha copiado uno de los libros que no llegué a publicar. No sé cómo lo habrá encontrado. Pero su conciencia le ha permitido venir hoy aquí, a continuar con su mentira-un murmullo se convierte en el protagonista de la sala.

Una joven de unos 15 años me mira intensamente. Se acerca.

-¿Es verdad lo que dice?-me pregunta inocentemente. Callo. No pronuncio ni una palabra. La adolescente no retira su vista de mis ojos. Una lágrima cae por su rostro. Lo que provoca que la acción se repita en el mío. Arroja su libro contra el suelo y abandona la estancia llorando. Mi dignidad acaba de esfumarse. Y mi corazón acaba de dejar de latir. No lograré salir de esta. Jamás.

¿FIN?

El escritor frustrado. Parte 1

Las palabras escritas se las lleva el viento

Invierno. Mi estación favorita. En la calle llueve. Y el frío congela hasta los pensamientos de las personas más inteligentes. Yo sé que lo soy. Pero ni si quiera las temperaturas heladas consiguen paralizar mis neuronas. Soy listo. No hace falta que nadie me lo diga. Aunque quizá lo sea demasiado. El éxito aún no me ha llegado. De todo el mundo es sabido que las mentes más brillantes son las que menos suerte suelen tener. Yo soy de esos. Una pena. Pero deseo tanto que la gente me reconozca cuando camino... Que se quieran sacar una foto con su ídolo... Que las mujeres más bellas me pidan mi número de teléfono… Algún día llegará. Lo sé.

Estoy muy nervioso. Mi amigo Pedro me llamará de un momento a otro. Envié a su editorial el último libro que he escrito. Se titula ‘La hoja que brotó del árbol fallecido’. Puede que sea demasiado profundo y sentimental. Pero sé que se va a comercializar. Y que voy a ganar millones de euros. Sueño con una casa en Miami con vistas a la playa. Con mujeres de medidas perfectas sirviéndome la bebida. Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo. Un momento. Estoy oyendo un ruido. Es mi móvil. Sí. Es Pedro.

-¿Dígame?-pregunto nervioso.
-Hola Juan. Soy Pedro-responde él amable y contento. Tengo un muy buen presentimiento.
-¿Qué tal? ¿Todo bien?-la curvatura de mis labios es cada vez más visible.
-Sí. Todo bien. Escucha… Tengo malas noticias. He estado leyendo ‘La hoja que brotó del árbol fallecido’ y… Lo siento. Siendo sinceros, no creo que se vaya a vender. Y tal y como está el mercado no me voy a arriesgar. La empresa flaquea. Y no sabemos que nos depara el futuro. Lo siento-pronuncia con un cambio de tono evidente.
-Vale. No pasa nada. Tranquilo. Lo entiendo. Ya hablamos en otro momento-cuelgo. Una rabia inmensa sacude todo mi interior hasta que empotro el móvil contra la pared. De repente, mi vida se desmorona. No entiendo lo que ocurre. Tengo un don para la escritura. Pero no consigo el éxito que quiero.

El reloj marca las 12 de la noche. Para mí, la mejor hora para coger el ordenador y darle a las teclas. Aunque hoy estoy muy tradicional. Así que me siento en la mesa con un lápiz y un papel para que las palabras comiencen a salir solas. Quiero escribir sobre lo injusta que es la sociedad. Me arrimo al folio. Poso la punta del lapicero sobre él. Nada. “Qué raro”, me digo a mí mismo. Ni una letra si quiera. Sigo pensando. Creo que ya me viene algo…

“Sociedad injusta
Sociedad vacía
Sociedad que me elimina
Como ser…”

-¡¿Qué narices es esto?!-grito desesperado-No sé continuarlo…
Me levanto de la silla. Camino hasta la cocina e inmediatamente vuelvo al lugar origen. Así continuamente durante casi media hora. Entonces me detengo. La cabeza me va a explotar. Me siento en el sofá.
-¿Ahora qué hago?

Probablemente, mi único defecto sea que me exijo demasiado. En algunos momentos puede ser una ventaja. Pero en este instante está claro que es un inconveniente. Si fuera conformista me iría a dormir y pensaría que la inspiración llamaría a mi puerta nada más despertarme. Gracias a Dios, como no soy así, decido ver una serie en el ordenador hasta que la motivación llegue a mi mente y a mis dedos, ambos ágiles cual galgo.

La alarma del móvil suena muy cercana a mi oído. Intento despegar mis párpados. No lo consigo. Segundos más tarde, repito la acción. Esta vez lo logro. Cojo el teléfono y apago el sonido cruel y horroroso. Miro la hora. Las 10.00h. “Me he dormido”, pienso. Ayer no conseguí redactar ni una sola palabra. “Creo que tengo que empezar a preocuparme”.

Media hora después, desayunado y duchado, abro la puerta de mi casa y me dirijo a realizar varios recados. Antes de abandonar el portal, saco una llave minúscula del bolsillo y abro el buzón. Hay varias cartas. Facturas, más facturas y una última del banco. De repente me acuerdo. Y mis manos empiezan a temblar. Rápidamente rasgo la parte posterior y despliego el papel. Solo leo una palabra. Lo que sirve para que el folio, mi dignidad y mi autoestima caigan al suelo en bloque, provocando un surco de varios metros de profundidad entre las baldosas marrones.

-Desahucio. No, eso sí que no-murmuro preocupado. Rescato la carta. Reviso todas y cada una de las letras que conforman cada sílaba, cada frase, cada párrafo. El banco me avisa de que si este mes no pago, “procederemos a embargar su vivienda y sus enseres”. Durante la próxima media hora, decenas de insultos, cientos de palabrotas y unas cuantas blasfemias son los protagonistas de mi léxico. Tengo que conseguir dinero. Fácil y rápido. Pero, ¿cómo? Lo único que sé hacer bien es escribir… Mi mundo se desmorona. Mi mundo perfecto. Aunque si lo pienso, puede que no fuera tan perfecto…

Ya es de noche. Me he pasado el día entero maldiciendo a todo aquel que me cruzaba por la calle. “Mira a ese qué jersey lleva, por favor”. “¿Y ese pelo? ¿En serio?”. “Otro perro-flauta. Nos invaden”. Mis piernas están inmóviles sobre la mesita que descansa delante de la televisión. Soy incapaz de moverlas. Giro la cabeza. Veo mi móvil a mi derecha escondido entre los cojines del sofá. Lo desbloqueo y veo dos llamadas perdidas de mi madre. ¿Y si le pido dinero a ella? No creo que esté por la labor… Pienso en mi padre. Él tampoco. Pasan los minutos y mi mirada se pierde en la inmensidad del espacio-tiempo. Observo mi hogar. No es demasiado grande. Aunque la pequeñez no le caracteriza. Es bonito. Lo decoré yo hace casi cinco años. Muebles de Ikea, por supuesto. Pero lo más valioso que tengo es un cuadro que reposa sobre mi cama. En su interior hay un texto escrito y firmado por el mismísimo Miguel Delibes. Se trata de un fragmento de ‘La sombra del ciprés es alargada’. Original, por supuesto. Y de un valor incalculable. Eso sí que no se lo van a llevar.

Pasan las horas y mi mente continúa bloqueada. De repente, mis neuronas vuelven a conectar. Está claro que necesito un milagro. ¿Y si copiara alguna obra maestra disimuladamente? Mi motivación vuelve a hacer gala. Me levanto del sofá, cojo el ordenador y comienzo mi búsqueda. Solo tengo que ser hábil para que no se aprecie el plagio. Y, por supuesto, hace 30 años nací con esa destreza.

Las dos semanas siguientes transcurren lentas y pausadas. Apenas salgo de casa. Tan solo para cumplir con mi estricta alimentación. Me ducho en contadas ocasiones y no enciendo la tele salvo para ver algún que otro programa de debate. El reloj anuncia las 12 del mediodía y el calendario marca el 20 de marzo. Hoy empieza la primavera. Y estoy seguro de que también comienza en mi vida.

Dejo la computadora y entro en el baño para asearme. Me preparo y me acerco a una reprografía cercana a la editorial de mi amigo Pedro. Imprimo nada más y nada menos que 367 folios. Es mi obra de arte. La conciencia no me reconcome. Me siento orgulloso de lo que he hecho. He plagiado un libro. Pero no hay ningún sentimiento en mi interior de rechazo. Todo lo contrario.

-Tengo algo para ti-aviso a Pedro mientras entro en su despacho.
-Dime. ¿Estás bien? No tienes buena cara-me interroga preocupado.
-Estoy bien. Aunque he trabajado como nunca. Mira lo que te traigo. Vas a caer rendido a mis pies. Y vas a querer publicarlo mañana mismo-digo con mi autoestima por las nubes.

-Bueno. Lo leeré. La semana que viene te daré mi veredicto-afirma con desgana.

Próximamente, el desenlace.

martes, 11 de marzo de 2014

Lo inolvidable se ha olvidado

"Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia, como toda la vida, aunque antes, las gotas de lluvia no existían. El sol brillaba con sus inolvidables rayos. Penetraban en el interior de los bosques. Iluminaban cada hoja, cada insecto, cada roca, cada flor. No había rincón que no recibiera sus caricias. Y en la ciudad, las gentes caminaban alegres, rebosantes de felicidad. Ni una sola tristeza afloraba en sus corazones. Sin embargo, una nube apareció en el cielo.
Los transeúntes se extrañaron. Nunca antes habían visto algo así. Empezaron a correr por las calles. A resguardarse en sus hogares. A cerrar todos sus portones. Y a tapar los ventanales. Pero nada ocurrió. Pausadamente abandonaron sus escondites. Y retomaron sus andanzas personales. Eso sí, sin dejar de vigilar al gran desconocido que ocupaba lo eterno y lo casi inalcanzable.

Los días pasaban y la nube se acercaba al astro por excelencia. Hasta que una mañana oscura y triste, el sol desapareció. Desapareció para siempre. Lo que trajo destrucción a la ciudad. Lentamente, las casas fueron derruyéndose y los animales muriendo. Los columpios se quedaron sin ningún travieso que riera sobre ellos. Las oficinas comenzaron a cerrar sus puertas. Las plantas y las flores iniciaron entre gritos y lágrimas su eterno descanso. Nunca más volverían a disfrutar de la belleza de sus compañeras. Tan solo perduraron las malas hierbas. Habían nacido para ocupar los verdes campos. Después de tanto tiempo, lo habían conseguido.

Ahora escribo esto desde mi ventana. La que será mi última carta. Solo veo devastación. El viento arrecia. Y la lluvia cae mansa, pero también salvaje. Quedamos muy pocos en la ciudad. De hecho, hace semanas que no escucho ruido en la calle. Ni el motor de un coche. Ni la voz de un ser humano. Las luces de las farolas parpadean sin cesar. Muchas de ellas se han apagado para siempre. Jamás volverán a recibir electricidad. Y la niebla acaba de concebir su aparición. Solo pido piedad. Las estrellas no se ven desde hace una eternidad. Y deseo acariciarlas una vez más.
Cada segundo que transcurre pienso en que no dolerá. Y que por su rapidez se caracterizará. La nada lo ha invadido todo. Ya no hay marcha atrás.

No sé cuándo será mi turno. Pero en cualquier momento puede llegar. Una enfermedad ha ocupado lo que ya es un suburbio, sin ningún tipo de caridad. Una enfermedad que se ceba con los más débiles y que aún no se puede curar. Va ocupando lentamente cada lugar. Y obliga a la capital del Recuerdo a olvidar.

Espero que los poblados de alrededor estén intactos. Llevamos años incomunicados. No tenemos relación con el resto del mundo. Y no somos capaces de salir de este infierno…

Un momento. La lluvia aumenta. Las gotas están arreciando en el exterior. No puedo distinguir la calle. Mi hogar está empezando a tambalearse. Las rachas de viento son aún mayores. Creo que esto es el final. Después de tantas primaveras así… Añoro los rayos de sol. La temperatura agradable. Y la felicidad que nos rodeaba. Soy incapaz de olvidarlo.


Aunque ahora, lo inolvidable se ha olvidado. Hasta siempre”.