jueves, 30 de octubre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 2


Jueves 30 de octubre


Ring, ring, ring. Ese sonido… El despertador me llamaba. Eran las siete de la mañana y el trabajo me esperaba. Muy a mi pesar, retiré las sábanas de mi piel, me incorporé y, con el pie izquierdo, toqué el parqué de mi dormitorio. Estaba bastante frío.Eso solo podía significar una cosa: en el exterior reinaban los abrigos, las bufandas y las botas cubiertas de piel barata y artificial. Yo me negaba a dejar atrás el verano, por lo que cogí un traje azul marino ceñido y me vestí mientras desayunaba dos tostadas con aceite y jamón y un café para achisparme.

Rápidamente abrí la puerta y salí de casa. Eran las ocho menos veinticinco. Tenía que llegar a las nueve en punto para cerrar unos asuntos con el jefe.

Llegué a la oficina sin saber cómo plantear el día. ¿Qué iba a hacer con GI? Al salir del ascensor decidí que era el turno del acercamiento disimulado. Me iba a interesar por ella. Pero en su justa medida. Todavía tenía, contando aquél, 15 jornadas para conquistarla. Así que me tranquilicé y, tras hablar con mi superior, me senté en mi despacho hasta que escuché su voz. No fue hasta media hora después. “Segundo día y llegando tarde”, pensé. Giré la manilla de mi puerta y salí portando unos papeles en la mano derecha. Pasé a su lado.
-Buenos días CP. ¿Qué tal?—preguntó sonriendo. Mi autoestima aumentó 100 puntos en una gráfica de 50.
-Buenos días—respondí serio y expresando un agobio simulado. Quería que me viera como un hombre de negocios.

Entré en el cuarto de Mariano segregando adrenalina como si acabara de lanzarme al vacío. Apoyé bruscamente mis manos en su mesa. Suspiré nervioso.
-¿Qué te pasa? ¿Ha llegado ya esa golfa?—preguntó él.
-¿Golfa? No le llames así—respondí tenso.
-Ayer vi cómo le ponía ojitos al jefe.
-Te lo estás inventando.
-Sí. Pero te lo has creído, ¿verdad? CP… No la conoces de nada. ¿De verdad te compensa perder el culo por una desconocida que va a irse de vuelta a su ciudad en dos semanas?—dijo mientras se incorporaba y caminaba hacia mí.
-Sí. Siento que ha sido un flechazo. Estoy seguro de que esa mujer vale mucho. Y estoy seguro de que va a desaprovechar sus capacidades en su ciudad.
-¿Qué ciudad es?—me preguntó con rostro serio.
-Bil…Vitoria.
-Te lo acabas de inventar, ¿verdad?
-Pues como tú con los ojitos—susurré—Mariano. ¿Me vas a ayudar? ¿Sí o no? Por favor... Por nuestra amistad.
-CP… No me hagas esto...—enmudeció durante unos segundos—Vale. Está bien—aplaudí en silencio celebrando su cambio de opinión—A ver. Lo primero de todo es ignorarla. Tienes que pasar de ella. Pero sin ser un maleducado—me miró fijamente. Me percaté de que era un terreno muy conocido para él. Mariano, a pesar de su nombre, era un Don Juan con las mujeres. Siempre conseguía lo que se proponía—Tienes que saludarla. Cruzar dos palabras con ella. Y a la vez ser sensual, enigmático. Pero que seas enigmático no significa que seas rarito. ¿Me sigues?
-Te sigo—respondí atento.
-Así que los primeros días tienes que ser pasota y sensual. Poco a poco te tienes que interesar por ella para sorprenderla. Al principio GI pensará que eres el típico tío para que luego crea que eres otro completamente diferente.
-Vamos, yo mismo.
-Mmm, no. Mejor no seas tú mismo. Cámbiate un poco. Se trata de que si no le has gustado por tu físico, al final le entres por tu personalidad.
-¿¡Qué acabas de decir!?—exclamé con el ceño fruncido.
-Nos va a oír. No grites—susurró él.
-¿Qué acabas de decir?—repetí con un tono más bajo--¿Me has llamado feo?
-Esa no es la cuestión. Pero, ¿no le pediste una cita el otro día?
-Más o menos…
-¿Y qué pasó?
-Que me dijo que no. Pero eso no significa que me haya rechazado por mi físico. Lo que pasó fue…

La semana pasada…

GI acababa de salir del despacho de Pedro, el dueño del bufete. Allí estaba ella. Inocente, sentada, solitaria, nerviosa. La observé durante unos segundos cual león acechando a su presa. Me acerqué lentamente y me acomodé a su lado. Me sonrió mientras su mente pensaba: “¿éste qué hace aquí?”. Sacó su móvil del bolso para restar tensión en el ambiente. En ese instante, le saludé golpeando ligeramente mi mano contra su espalda.
-¡Qué pasa tronca!—exclamé. Su iPhone 6 cayó al suelo, haciéndose añicos la pantalla. Ella me miró a punto de estallar—Mejor… No te pido una cita, ¿no?—Sus ojos me respondieron clavándome un puñal en el pecho. Me levanté y me marché sin pedir perdón.

Hoy


-¿En serio? ¿La llamaste tronca y le rompiste el móvil?—preguntó Mariano sin parar de reír--¿De dónde te has caído? Tienes un problema muy serio para ligar… Esto va a ser más difícil de lo que pensaba… 

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