miércoles, 29 de octubre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 1


Miércoles 29 de octubre

El 29 de octubre me desperté con una extraña sensación en mi cuerpo. Felicidad. Nunca antes había despegado mis párpados a las 7 de la mañana con aquella alegría. Ese sentimiento y mi inquietud por la llegada de GI al despacho de abogados formaronun cóctel molotov en
mi estómago. No comí nada en toda la mañana. Apenas tenía hambre. Así que me duché, me vestí y en transporte público me acerqué hasta el bufete. Llegué a las 8 y 25. Ella aparecería cinco minutos después.

Me encontraba sumido en mis pensamientos más profundos cuando escuché el sonido del ascensor desde el interior de la oficina. Conté tres segundos. La manilla se giró y una pierna se asomó por la puerta. Estaba completamente depilada. Ni un vello se asomaba. Eso sí, era demasiado ancha y musculada. Para ser de mujer, bastante antiestética. Y su pie estaba desnudo. No le di importancia. Me levanté.


-Buenos días GI—saludé mientras abría el portón.
-Tú eres tonto—dijo Lucas golpeando su maletín en mi cráneo. Tras él entró Mariano carcajeándose—Cómo sabía que ibas a picar.
-¿Te has pensado en serio que su pierna era la de GI?—interrogó tronchándose.
-No me puedo creer que te hayas depilado las piernas solo para esto—aseguré riendo.
-Exacto. Mi mujer ha sido. ¿A que están bien depiladas?—preguntó mientras se remangaba el pantalón.
-¿Estás nervioso?—inquirió Mariano.
-¿Yo? ¿Por qué?—dije intentando esconder mi nerviosismo con escaso éxito. En aquel instante el ascensor volvió a sonar. La puerta chirrió. Ahí estaba ella. Ese cuerpo, ese rostro… Era una princesa. Su figura se contoneaba de un lado a otro. Vestía con una chaqueta negra y una camiseta blanca. En la parte inferior llevaba unos vaqueros ceñidos con unos taconazos oscuros. De repente, la abertura del elevador golpeó contra sus topes y mi  mente volvió a la realidad.

-Buenos días. Bienvenida—saludé inquieto.
-Buenos días, CP. Gracias—me sonrió. La curvatura de sus labios fue tan pronunciada que mi expresión la contrajo. Pasó ante mí y se sentó en su cubículo. Su lugar de trabajo se situaba frente al despacho de Lucas. A continuación estaba el de Mariano y, a su lado, el mío.
-¿Qué vas a hacer?—interrogó Lucas.
-Primero voy a hacerme el interesante. Hoy voy a pasar de ella.
-¿Estás seguro?—cuestionó Mariano.
-Sí. No hay que ponérselo en bandeja.

La mañana transcurrió sin ningún acontecimiento destacable. No tuve ni un segundo de descanso hasta que a las 12 y media mi cerebro se negó a continuar trabajando. Salí de mi despacho y me dirigí a la sala de esparcimiento. Ahí estaba GI, sirviéndose un café. Se giró e inexplicablemente chocó contra mí, provocando que la bebida cayera por mi camisa y mis pantalones.

-¡Pero qué haces!—exclamé.
-¡Lo siento, lo siento!—dijo mientras cogía una bayeta de la encimera y frotaba su ropa.


“Lo ha hecho a propósito…”, pensé sin verme capaz de no sonreír. De momento estaba siendo más fácil de lo que me había planteado… 

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