lunes, 18 de febrero de 2013

Sufrimiento Animal. Capítulo 2


Nueva vida

El cielo era de un color increíblemente azul. Tan sólo se visualizaban dos nubes a lo lejos. El termómetro del interior de mi Renault alquilado marcaba 25 grados, una temperatura muy agradable de la que no me había fijado cuando acababa de encontrar a la galga. Desde dentro veía como una brisa intermitente acariciaba la superficie de las hojas de los árboles. A pesar del trágico suceso, se trataba de un buen día de final de verano.
Tras unos 20 kilómetros recorridos, mi esposa llamó a mi teléfono móvil. Sin apenas apartar la vista de la calzada descolgué con el sistema de manos libres.

-Juan, ¿por dónde vas?
-Cariño estoy yendo a Soria.
-¿Cómo?-se sorprendió Alicia.
-Me he encontrado por el camino a un perro ahorcado. Lo estoy llevando con una asociación a un veterinario.
-Pero, ¿cuándo marchas a Bilbao entonces?
-Cuando termine.
-¿Me estás ocultando algo?-preguntó nerviosa.
-¿Cómo? ¿Qué dices?
-Estamos pasando una mala racha y me dices de repente que te vas allí. Es normal que piense así.
-¿Te recuerdo por qué estamos pasando una mala racha?-hubo un silencio. No respondió. Sus pensamientos quedaron apresados en una caja fuerte de la que, probablemente, ella misma se olvidaría de su contraseña. Sin decir una sola palabra colgué. Alicia y yo atravesábamos una crisis demasiado grave. Una crisis que se acentuaría en los días siguientes…


Por fin, tras cuarenta y cinco minutos de travesía llegamos a nuestro destino. Con mucho cuidado, cogí a la galga entre mis brazos y, entre quejidos, conseguí entrar en la clínica y reposar su cuerpo sobre la camilla. El lugar era como cualquiera. A la derecha y a la izquierda descansaban sacos de pienso, pósters, juguetes para animales y un sinfín de productos. Al fondo y en el centro de la habitación estaba el mostrador. Tras él, una puerta llevaba a la sala de reconocimiento donde reposaba la perra.

-Ha tenido mucha suerte-comentó el veterinario tras unos minutos de revisión.
-¿Va a sobrevivir?-preguntó Álex muy preocupado. Llevaba un buen rato mordiéndose las uñas de la mano derecha. Me había fijado que las de la izquierda las tenía intactas.
-Por supuesto. No le ha causado ningún daño. Pero pocos segundos más y la pobre no estaría aquí ahora mismo-respondió-Parece que ha tenido cachorros.
-Eso creemos. Álex vio a un galgo de entre uno y dos meses. Pero ya estaba muerto-dijo María.
-Claro. Ya estaba muerto porque alguien no  lo había rescatado-declaró Álex con el ceño fruncido y mirándome de reojo. Me quedé sorprendido. Parecía que no le gustaba mi presencia. Pero había salvado a la pobre perra y el estrés me había impedido observar lo que había a mi alrededor. Me sentía muy culpable y el amigo de María conseguía que mi conciencia me apresara entre la espada y la pared.
-Bueno, eso no importa. Lo que importa es que ella se recupere-contestó el veterinario-Dejádmela aquí y mañana venid a buscarla. Tengo que hacerle unas pruebas y cerciorarme de que se encuentra perfectamente.
-Está bien. Pero, una duda. ¿Cuánto dinero va a costar?-preguntó María.
-Espera un momento-se marchó y tras unos segundos volvió con un bolígrafo y un papel. Escribió una cifra en él y me lo enseñó a mí y a la chica. Álex agachó la cabeza para no mirar-Esto.

María negó con la cabeza. Unas lágrimas empezaron a recorrer todo su rostro hasta llegar a la barbilla provocando su caída hasta el suelo de la clínica. El otro chico de la protectora se tapó los ojos apoyando los codos sobre la mesilla de reconocimiento en la que descansaba la galga. Yo me quedé sorprendido y no articulé palabra alguna.

-Lo siento. La clínica está muy mal. Apenas viene la gente ya. Hay días que sólo venís vosotros trayendo a perros que os habéis encontrado. No puedo hacer otra cosa. Lo siento-se lamentó el veterinario.
-No podemos afrontar esos pagos. Estamos a 22 de agosto y no nos queda un solo € para el resto del mes. Tenemos pendientes varias operaciones de otros animales. Estamos hasta arriba. Cada día más gente los abandona. Nos encontramos a decenas de perros perdidos por los pueblos. Anoréxicos, con problemas en el pelaje, con patas rotas, algunos incluso ciegos. Muchos de ellos tienen pánico a los seres humanos. Han pasado un infierno. Han recibido golpes, atropellos y un larguísimo etcétera de calamidades inmerecidas. Son seres vivos que sienten y padecen. Tan sólo buscan amor y compañía. Alguien que les quiera y les cuide. Entonces ellos corresponderán. Y lo peor de todo es que en España no hay una legislación que castigue a los que cometen barbaridades como la que se ha encontrado este chico por la mañana. ¡Un galgo ahorcándose! Y a unos metros su cría de un mes. La persona o las personas que han hecho eso deberían de permanecer en la cárcel un tiempo no precisamente corto-de repente María se detuvo y miró fijamente los ojos de la galga. Se dio cuenta de que a su vez ésta la estaba observando intensamente- ¿Cómo alguien puede hacer daño a un perro así? Con lo preciosa y lo buena que tiene que ser en sus mejores momentos. Lo siento pero, yo ya no puedo más. ‘La Caseta’ no puede hacer frente a esta factura. Álex y yo estamos pasando por unas dificultades económicas extremas. Lo siento.

El discurso de María fue tan profundo, que sólo un segundo después de que finalizara respondí:
-Yo  pagaré la factura. Adoptaré a la perra-en ese momento, Álex levantó la cabeza con satisfacción, María me observó con su mirada iluminada y el veterinario se acercó y me abrazó. Fue tal el sentimiento que se respiraba dentro de la clínica que no pude contener las lágrimas- Bienvenida, Veintidós-dije.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Sufrimiento Animal: Capítulo 1


Empieza mi aventura

Corría el año 2013. Me encontraba en mi casa de verano en un cálido pueblo perdido por la provincia de Soria. Como la temporada estival ya finalizaba, realicé el primer viaje transportando a mi ciudad las maletas de mi mujer, por lo que sobre las 5 de la tarde me subí al coche y emprendí mi largo camino.

El vehículo, era un Renault Megáne rojo alquilado, ya que mi automóvil había sufrido un grave accidente gracias a la parienta, aunque nada importante. Cargué las maletas en la parte trasera, me despedí de ella con un beso en la mejilla, me monté en el asiento del conductor y comencé la travesía.

Todavía en la provincia de Soria vi de lejos algo que llamó mi atención. Observé como un hombre corría por el campo hacia su coche después de haber removido la tierra del suelo. Mi concentración se esfumó por lo que mi vehículo se dirigió hacia el carril contrario. Rápidamente giré el volante y me introduje de nuevo en mi porción reglamentaria de la calzada. Olvidé aquello tan extraño que acababa de suceder y continué hasta que pude ver lo que ocurría.

Cuando me encontraba a escasos metros de aquel lugar, vi cómo un pobre perro colgaba de una soga. Sus patas también estaban retenidas por una fracción de cuerda. Lógicamente, aceleré mi automóvil y penetré en el campo. Me bajé de él y acudí corriendo hacia el pobre animal. Durante unos segundos me planté delante del perro sin saber qué hacer. Parecía que había muerto. Pero de repente su pecho empezó a moverse y me di cuenta de que estaba respirando. Lo cogí de sus extremidades posteriores para levantarlo y para que la cuerda no continuara su horrendo cometido. Con él en brazos, saqué como pude una navaja de mi bolsillo derecho trasero, y con ella corté la soga. El can cayó sobre mí y yo me empotré de espaldas contra el suelo. Cuando pude incorporarme, observé las múltiples heridas que poseía por todo el cuerpo y la extremada delgadez que sufría. Lo cogí, lo metí en el coche, busqué desde el móvil alguna asociación protectora y llamé por teléfono. Mientras esperaba a que llegaran no pude apartar mi mirada de sus ojos.

Se trataba de un galgo, un galgo blanco. Por desgracia, su color estaba muy apagado y se le notaban absolutamente todos los huesos, sobre todo las costillas. Su pelaje era áspero y estaba muy sucio. La pata posterior izquierda sangraba y una raja cruzaba todo su muslo derecho. Decenas de heridas, unas más graves que otras, inundaban su esquelético cuerpo. Una de ellas llamó mi atención. Estaba en el cuello y expresaba un color muy diferente al resto. Parecía muy profunda y claramente era la que más le hacía sufrir. Poco después confirmé que su pata anterior derecha probablemente padecería una fractura.

Sus ojos irradiaban tristeza. Tenía la típica mirada de un perro asustado, abandonado, malherido y maltratado. Apenas se movía. Permanecía inmóvil en los asientos traseros sin alejar la vista de mí. Repentinamente, su cuerpo empezó a temblar y las pupilas se volvieron del color de su pelaje. Otra vez, mis piernas no respondieron y me quedé quieto sin saber qué hacer. Saqué mi teléfono móvil del bolsillo hasta que me dije: “¿a quién llamo?”. Obviamente si telefoneaba a un hospital humano me iban a colgar al momento. Gracias a Dios, el animal dejó de temblar y el automóvil de la protectora llegó. De él, salieron dos personas: un hombre y una mujer. El chico presentaba un rostro de cansancio extremo. Como si llevara sin dormir varios días. Vestía un chaleco  grisáceo, unos pantalones vaqueros muy sucios y viejos y unas botas de monte. Por su parte, la mujer parecía más descansada y más alegre. Llevaba exactamente la misma ropa que el hombre, pero en versión femenina. Supuse que sería el uniforme de la asociación, ya que el chaleco tenía bordado en la parte izquierda del pecho: “La Caseta” con un dibujo de varios animales.

Cuando se encontraban a escasos metros de mí, el chico se detuvo. Ella sin pararse continuó hasta llegar a mi vehículo. Me saludó, se dio la vuelta y dijo:
-Alex, ¿qué ocurre?- en ese instante, Alex empezó a correr por el campo. Ninguno de los dos sabíamos por qué lo hacía. Pero, unos 5 segundos más tarde, visualicé otra estructura de las mismas características que la del perro a 100 metros de donde nos situábamos.
-¡María! ¡Trae el botiquín!- María fue corriendo al coche, sacó del maletero un maletín blanco no demasiado grande y acudió rápidamente al lugar de los hechos.

Yo me quedé al lado del galgo por si acaso volvían los temblores. Continuaba sin moverse. Simplemente, me seguía con la mirada continuamente, todo el rato pendiente de mí.

Minutos después, Alex y María volvieron conmigo y con el perro. Por desgracia, entre sus brazos traían una mala noticia. Una muy mala noticia. Cargaban un cachorro de galgo ensangrentado y muerto.

-¿Qué ha pasado?-pregunté perplejo ante la gravedad de la situación.

El galgo era muy pequeño, tan pequeño que lo podías coger en brazos y no lo sentías. También era blanco, pero con toda la sangre que permanecía en la superficie de su piel no se podía distinguir nada más.

-Ha muerto. Tendrá entre uno y dos meses. Creemos que es su cría-respondió Alex señalando al que permanecía en mi coche. Inmediatamente, los tres escuchamos un lloriqueo que iba incrementándose poco a poco. Provenía de mi vehículo. La perra (era hembra) acababa de ver a su cachorro y lo había reconocido. Álex, María y yo nos mantuvimos sin hablar y sin movernos durante unos cuantos segundos. Mis ojos comenzaron a derramar unas cuantas lágrimas y la mujer tuvo que sentarse en el suelo para evitar el inminente desmayo debido a los últimos hechos. Después, Álex cogió una pala de su maletero, cavó un pequeño hoyo y enterró ahí a la cría. A continuación, y sin que ninguno se hubiera presentado todavía, nos subimos a nuestros respectivos automóviles y emprendimos nuestro camino hacia la capital soriana. 

sábado, 9 de febrero de 2013

Adelanto de la nueva serie del blog

"-No podemos afrontar esos pagos. Estamos a 22 de agosto y no nos queda un solo € para el resto del mes. Tenemos pendientes varias operaciones de otros animales. Estamos hasta arriba. Cada día más gente los abandona. Nos encontramos a decenas de perros perdidos por los pueblos. Anoréxicos, con problemas en el pelaje, con patas rotas, algunos incluso ciegos. Muchos de ellos tienen pánico a los seres humanos. Han pasado un infierno. Han recibido golpes, atropellos y un larguísimo etcétera de calamidades inmerecidas. Son seres vivos que sienten y padecen. Tan sólo buscan amor y compañía. Alguien que les quiera y les cuide. Entonces ellos corresponderán. Y lo peor de todo es que en España no hay una legislación que castigue a los que cometen barbaridades como la que se ha encontrado este chico por la mañana. ¡Un..."

Primer capítulo: miércoles 13 de Febrero.