Lunes 10 de noviembre
¡Crack! La taza resbaló y cayó al suelo rompiéndose en mil
pedazos. Estaba aún tan dormido que durante varios segundos había olvidado que
en mi mano derecha sujetaba un vaso con café recién hecho. Agarré la escoba y
recogí las piezas resquebrajadas del tazón que me había regalado mi madre de su
viaje a Roma.
Era precioso. Una foto del Coliseo lo rodeaba proporcionándole
una belleza increíble. Nunca había visto una copa tan bonita. “Me ha costado
mucho encontrar algo así. Hay millones de tazas. Pero ninguna como ésta”, me
había asegurado ella en su llegada a la ciudad. Pero ahora estaba destrozada.
No me quedó otro remedio que arrojarla a la basura.
Tras aquel incidente que me había devuelto al mundo de los
despiertos, acudí corriendo a la oficina. La noche anterior me había llegado un
correo de Pedro avisándome de que a las 8 y 15 de la mañana había concertado
una reunión muy importante con todos mis compañeros. ¿Qué había ocurrido? Mis
nervios aumentaban cada segundo que pasaba. “¿Y si va a echar a alguien?”,
pensé. Mis piernas comenzaron a temblar en plena carrera hacia el bufete.
Llegué a las 8 y 10. Mi jefe ya estaba preparado. Entré en
el salón de juntas. Él estaba sentado en el sillón presidencial acompañado por
decenas de folios.
-Buenos días Pedro—saludé muy amablemente.
-Buenos días CP—me devolvió la sonrisa. Parecía estar
bastante animado, algo que me tranquilizó.
-¿Ha ocurrido algo?—pregunté.
-No exactamente. Cuando lleguen todos hablaremos—asentí. Un
silencio profundo marcó los segundos posteriores—Cálmate. Quiero recalcar que
no es nada negativo. De hecho es muy positivo.
La reunión comenzó a las 8 y 25. GI fue la única que no
apareció. Me enteré de que no estaba convocada. Aquello provocó que mi mente
especulara sobre los motivos por los que Pedro no le había avisado. Hasta que
llegué a una dura conclusión: no iba a ser contratada. Y mi corazón volvió a
pisar el acelerador.
-Tengo que comentaros una cosa muy importante—dijo Pedro al
inicio de la junta—Los resultados económicos del bufete están siendo
excelentes. Estamos sorteando la crisis de una manera impresionante. Así que
aquí viene el anuncio: todos y cada uno de los componentes de esta oficina
tendrá un aumento del 20% en su salario—en aquel instante todos nos quedamos
patidifusos. Nunca me habían incrementado el sueldo. Y ese 20% más lograba que
por fin éste superara la barrera de los 4.000€. Pero mis labios no fueron
capaces de pronunciar las palabras oportunas.
-¿GI por qué no está aquí?—pregunté preocupado.
-Ay Dios. Ya estamos con GI—suspiró Mariano.
-No la he convocado—contestó mi jefe—Está de prueba. El
jueves le comunicaré mi decisión de contratarla o no. En caso de que mi
respuesta sea afirmativa, su salario corresponderá al director de la oficina de
destino. Ya sabes que se marchará de aquí sí o sí. Y si no tenéis ninguna
cuestión más, doy por concluida esta reunión.
Cada uno de mis compañeros se abalanzó sobre Pedro para
darle las gracias. Era una noticia excelente. Mientras muchas personas no
lograban llegar a fin de mes por culpa de la crisis y los políticos, nosotros habíamos
conseguido aumentar nuestros beneficios. Y todo debido a su gestión. Era un
empresario modelo. Además, siempre miraba por nuestro bien.
Salí de la sala de juntas con una sonrisa en mi rostro.
Hasta que GI entró en el despacho. Me miró. Cabizbaja se acercó.
-Buenos días CP—saludó tímida.
-Buenos días GI—dije sin posar mi vista sobre ella.
-Tenemos que hablar. Tengo mucho lío de trabajo hoy. Así que
quedamos por la tarde o por la noche. ¿Te parece?
-Bueno—aquello me había pillado completamente por sorpresa.
No sabía qué decir. En aquel instante observé a Lucas. Estaba a unos metros
detrás de GI. Lo había escuchado. “Di que sí”, me ordenó con sus labios—Está
bien. Esta tarde quedamos a la salida.
Mi corazón regresó a su ritmo acelerado. ¿Se trataba de una cita?
13/16
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