lunes, 3 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 6

Lunes 3 de noviembre

Invierno. La temporada invernal había llegado de golpe a Madrid. La lluvia azotaba fuertemente la ciudad y la temperatura había caído hasta los 9 grados. Yo corría hacia la oficina. Llegaba media hora tarde. El despertador había sonado pero mi cansancio lo había apagado. No fallaba. Una vez a la semana tenía que suceder.


A las nueve y cuarto aparecí en el bufete. Estaba completamente mojado. Dejé el paraguas en la entrada y desembarqué en mi despacho. Mariano y Lucas estaban hablando en la sala de café, como de costumbre. GI permanecía sentada en su sillón sin levantar la cabeza. Salí de mis cuatro paredes y fui a saludarla. Estaba muy enojado con ella, pero tenía que disimularlo.

-Buenos días—sonreí—Espero que el sábado te lo pasaras bien—mentí. No era una de mis capacidades, pero aquella vez había sonado creíble.
-Buenos días, CP. Oh sí. Me lo pasé genial. Lucas y Mariano fueron muy majos. Gracias por invitarme—respondió curvando sus labios.
-¿Estuviste mucho con ellos?—pregunté inquieto.
-Un rato sí. Hablamos de todo un poco. Trabajo, futuro, de ti…
-¿Cómo?—interrumpí—¿De mí?
-Sí. La verdad es que cotilleamos un poco de toda la oficina. ¡No me habías dicho que tenías novia!—exclamó. ¿Novia? Pero si aún no había contado lo de Paula.
-¿Novia? Oh. Ya te lo han contado—dije intentando continuar con el plan—Llevo ya un tiempo con…—en aquel momento me percaté de que ellos seguramente le habían revelado un nombre totalmente diferente—Ella. Sí. Llevo ya tiempo con ella. ¿Me disculpas un momento, por favor?

Con paso firme me acerqué a la sala de café. No podía ser que cada uno estableciera un plan diferente para conquistarla y que no diera las explicaciones oportunas.

-¡Vosotros!—exclamé con un tono bajo—¿Por qué hacéis esto?
-Buenos días a ti también—reprendió Mariano--¿Qué te pasa?
-¿Que qué me pasa? ¿Le decís a GI que tengo novia y no me lo contáis? ¿Qué clase de relación es ésta? ¡Comunicación! ¡Comunicación por favor!
-A ver, peliculero. Relájate—irrumpió Lucas—Sí. Le dijimos eso en la fiesta para ver cómo reaccionaba. Y sinceramente, ambos vimos algo de celos. Luego estuvo muy preguntona. Quería saberlo todo. Su nombre, cuánto tiempo llevabais, como os habíais conocido…
-¿Qué nombre le dijisteis? –interrogué nervioso.
-Marina. El primero que se nos vino a la cabeza—contestó Mariano.
-Pues tenemos un problema. El sábado ligué cuando os marchasteis. Se llama Paula. He quedado hoy para comer con ella. Tenía planeado darle celos.
-¿Se te ha ocurrido a ti solo ese plan?—preguntó Lucas sorprendido y orgulloso.
-Pues claro que sí. Esta cabeza también piensa.
-¡Enhorabuena! ¡Estás aprendiendo a ligar!—exclamaron los dos mientras me abrazaban—Pero a ver. ¿Qué problema hay?—continuó Mariano.
-Pues eso. Que se llama Paula. Y vosotros le habéis dicho Marina.
-¿A eso le llamas problema?—rió él—Es tan fácil como que para GI se llame Marina y ya está. Total, no va a venir a la oficina, ¿no?
-Mmm, sí. Viene a las dos.
-No problema. Si sube nosotros la entretendremos y ya está—aseguró Lucas.

El reloj marcó la hora de la comida. El ascensor llegó a la planta y se abrió. Una rubia imponente entró por la puerta. Su cuerpo era perfecto: delgada y con curvas. Se asemejaba al de GI. Su cabello amarillo natural y ondulado caía en forma de cascada hasta el pecho. Muy prominente, por cierto. Por desgracia, era un poco más alta que yo. Y sus zapatos de tacón aumentaban esa diferencia. Llevaba un vestido rojo ceñido bajo su chaqueta.

-El despacho de CP, por favor—dijo a la recepcionista. Segundos después estaba entrando en ´-él.
-Mira a quién tenemos aquí—me saludó—Buenas tardes señor abogado—su sensualidad era extrema. Demasiado. El exceso era tal que conseguía repugnarme.
-Hola Paula. Vamos a comer—dije mientras me levantaba. Ella me dio un pico y abandonó el lugar. No la recordaba tan provocadora. A pesar de su belleza y sus ropas caras parecía una prostituta barata. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
-¿Ésa es Marina?—GI me arroyó por sorpresa en pleno intento de salir del despacho.
-Oh, sí. Vamos a comer ahora.
-Es muy guapa.

-Lo sé. Y porque no sabes cómo es en la cama…—ella hizo un gesto de extrañeza e indiferencia. “¿Por qué narices has dicho eso?”, pensé. Me despedí y me marché avergonzado. Mientras caminaba hacia la salida miré de reojo a mi compañera de trabajo. Me percaté de que me observaba fijamente. Suspiró. Quién sabe. Puede que no necesitara 16 días para conquistarla…

6/16

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