martes, 11 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 11

Sábado 8 de noviembre

Destrozado. Así me encontraba aquella mañana de sábado. Paula me había golpeado la cara y se había marchado para no volver porque GI había desvelado mi pequeño secreto. En mi interior estaba empezando a nacer un sentimiento de amor-odio por ella. Parecía estar llevando a cabo una venganza meditada durante días.
¿Por qué le importaba tanto que hubiera utilizado a esa mujer? La respuesta era fácil. El hombre de la discoteca había cometido el mismo acto con ella. Pero empezaba a pensar que aquello no era todo. ¿Y si ella estaba enamorada de mí pero algo le impedía acercarse?

La alarma sonó. Eran las doce del mediodía. Mis fuerzas habían desaparecido por completo. Pero si me quedaba en casa mi cabeza se sumergiría en un bucle de pensamientos dolorosos. Desayuné, me duché, me puse el traje y di un paseo hasta la oficina. Me detuve en el portal. “En cinco días se marcha de aquí”. Suspiré. Y mi corazón aceleró su ritmo. Mi conquista había comenzado el miércoles 29 de octubre. Ya era 8 de noviembre. Los acontecimientos se habían sucedido con el acelerador de un Ferrari. Había roto su móvil, había ignorado su presencia, me había interesado su vida, le había contado mi secreto con Paula… Una lágrima se asomó tímidamente en mi ojo derecho. Descendió por todo mi rostro hasta llegar a la barbilla. Allí se encontró con una perilla de dos días. Muy mal cuidada, por cierto. Se paralizó unos segundos provocando unas incómodas cosquillas sobre mi piel. De repente se lanzó al vacío. Cayó y se estampó contra una baldosa de la ciudad. Murió.

Abrí la puerta con mi llave. Subí por las escaleras. El ascensor me recordaba a algún que otro momento incómodo junto a ella. Llegué al rellano e inmediatamente entré en la oficina. Estaba desierta. Era lógico. El único estúpido que se acercaba a ella en fin de semana era yo. Me senté en mi despacho. Apoyé los codos sobre la mesa y me tapé el rostro con las manos. No podía más. Veía mi futuro muy oscuro. Intenté buscar el interruptor. O algún resquicio de iluminación. Nada. Todo estaba negro. Me levanté y me trasladé hasta la repisa de la ventana. Había comenzado a llover. Un rayo encendió repentinamente la ciudad. Pocos segundos después, el trueno. Era mi vida en aquel instante. Una tormenta desatada en mi interior. Inundaciones en mi mirada. Un tornado en mi corazón…

Volví a mi sillón. Me pregunté para qué había acudido a la oficina. No estaba trabajando. Y estaba haciendo lo mismo que en mi casa. Podría estar tumbado en la cama con las sábanas y el edredón protegiéndome del frío. Pero no. Había decidido ir al bufete para ahogarme en mis pensamientos. Entonces, rompí a llorar.

Decenas de lágrimas aparecieron en las cuencas de mis ojos. Éstas no se detuvieron en ningún momento. Recorrieron mi piel hasta caer en la mesa. Eran gotas de vergüenza. En su interior pude distinguir la maldad con la que había actuado, el egocentrismo que me había caracterizado, la arrogancia con la que me había creído el protagonista de la historia… En aquel instante me percaté de que mi malicia se había esfumado con aquel llanto. Ahora se encontraba sobre la madera de mi mesa
.
Me incorporé. Cogí un paño y sequé el tablero. Miré el pañuelo. Había arrollado con él todo lo negativo. Lo malo había desaparecido. Respiré hondo. Me sentía un poco mejor. Ya no me dolía el estómago. Pero el nudo seguía estando. Sabía que permanecería ahí hasta que conquistara a GI.


Fui al baño. Me miré al espejo. Aprecié unas fuerzas supremas en mi interior. “CP. Tienes cinco días para conquistarla. Puedes con todo”, me dije.

11/16

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