lunes, 3 de noviembre de 2014

Cómo Conquistar a una Desconocida en 16 Días: Día 5

Domingo 2 de noviembre

Era primavera. O eso parecía. Los campos estaban completamente verdes. De ellos brotaban unas preciosas flores de diferentes colores. Blancas, rojas, amarillas… Una brisa de unos 23 grados corría rozando la superficie de mi rostro. El cielo gozaba de un azul estival. Yo me encontraba sentado con mi espalda apoyada sobre un árbol. Me incorporé y comencé a caminar. Todo era desconocido para mí. Mi mente me aseguraba que mis pies nunca habían pisado aquel lugar. Agaché la cabeza. El prado era un manto verde y muy cuidado.
Me quité las deportivas que llevaba. Mis dedos se entrelazaron gustosos con la hierba. “Qué sensación más agradable”, pensé. Me tumbé. El sol acudió directamente a mi cara. Pero mi vista no se cegó. Era el sitio perfecto para descansar. Hasta que un dolor intenso y decenas de bocinas de vehículos impregnaron mi cráneo. Me llevé las manos a la cabeza. Era difícil soportar aquel repentino calvario. Entonces, me desperté. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Cogí el reloj de mi mesilla. Eran las tres de la tarde. Me giré y apoyé mi rostro sobre la almohada. Sabía que en el instante en el que me levantara, mi cuerpo sería el protagonista del horror más absoluto. Así que decidí quedarme unos minutos más sobre el colchón.

Posé mi mano en el lado contrario de la cama. Me asusté. Había alguien durmiendo junto a mí. Toqué su pelo. Era una mujer. Mi primer pensamiento fue el más lógico de todos: tenía que ser GI. Nervioso, me incorporé y abandoné mi habitación. Gracias a Dios la noche anterior mii hígado no había sufrido tanto. La resaca era mínima y los recuerdos se habían creado y almacenado en mi cerebro. Entonces me percaté. Aquella persona no era GI. Era una desconocida de un bar. Había ligado con ella por despecho a mi compañera de trabajo. Ésta había disfrutado de toda la fiesta hablando y besando a aquel extraño. Solo crucé tres palabras con ella. “Mañana me va a oír en la oficina”, dije.

Me senté en la cocina mientras esperaba a que la cafetera hiciera la única labor que tenía en su corta y triste vida. Después, cogí un vaso, serví un café y me detuve en el salón. Entre sorbo y sorbo mis neuronas trabajaron sin censar. ¿Cómo me podía deshacer de aquella mujer? En aquel mismo instante una bombilla iluminó sobre mi cabello. Y el botón  que rezaba ‘maldad’ en mi interior se encendió. Había tenido una gran idea de la que probablemente no me iba a sentir orgulloso. ¿Por qué no utilizar a aquella chica para provocar celos a GI? Regresé a la cocina  y puse en marcha mi plan.
Cogí una bandeja y coloqué dos tostadas de aceite, sal y jamón serrano, un zumo de naranja recién exprimido, un café con leche, dos magdalenas y un melocotón. Con cuidado entré en mi dormitorio. Ella seguía sumida en un profundo sueño.

-Buenos días—susurré mientras me apoyaba sobre la cama. En aquel instante su nombre desembarcó en mi cerebro. Se llamaba Paula.
-¿Hola?—abrió los ojos. Me miró sorprendida. Parecía no acordarse de dónde se encontraba--¿Dónde estoy?-
-Estás en mi casa. Soy CP, el de ayer. Te traigo el desayuno—me levanté y subí levemente la persiana para que entrara algo de luz.
-¡Vaya desayuno!—exclamó—Nunca un hombre me había traído el desayuno a la cama—aseguró mientras sus pupilas se dilataban y su boca salivaba—Muchísimas gracias. Pero no hacía falta de verdad. Me voy a marchar ya.
-Por favor. No rechaces algo tan rico como esto. Termínatelo y te marchas. Si quieres, claro—ella me miró y se decidió. Cogió una de las tostadas.

La próxima media hora transcurrió con una conversación muy agradable. Hablamos de política, deporte, trabajo… Paula era dermatóloga en una clínica privada. Le encantaban los animales y su pasión era la lectura. Me contó que podía devorar un libro en una tarde de domingo.

-Adoro el invierno. Para mí un plan perfecto es manta, peli o una buena novela y tumbarme en el sofá—continuó. Miró el reloj de su muñeca derecha—Oye. Son las cuatro menos veinte. Debería marcharme ya. ¿Te apetecería que nos viéramos mañana por la tarde?
-Podríamos comer juntos si quieres. O cenar. O lo que sea. Tengo ya tu número. Lo hablamos luego, ¿vale?—pregunté bastante animado.
-Perfecto—sonrió ella.

En cuestión de cinco minutos se vistió, me dio un beso en los labios y se marchó. Inmediatamente agarré el móvil y escribí un mensaje a Mariano y a Lucas.


-Chicos. Tengo el plan perfecto. Mañana os cuento en la oficina. Aún me quedan 11 días para conquistar a GI. Lo conseguiré.

5/16

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