Domingo 9 de noviembre
El mundo había cambiado. O por lo menos, mi mundo. Las
lágrimas del día anterior habían supuesto un antes y un después en mis sentimientos.
No era una persona que llorara muy a menudo. Pero el domingo me levanté con un
resquicio de iluminación en mi futuro. La noche había transcurrido entre
pensamiento y pensamiento.
A las 11 de la mañana coloqué la cafetera sobre el fogón.
Era antigua. Me encantaba el sabor que dejaba en la bebida. Transportaba mi
mente a la época en la que llevaba sobre la tierra tan solo 18 años. Qué
recuerdos… Fiestas, escapadas de fin de semana, vacaciones en paraísos
tropicales, el viaje de fin de carrera… Vaya juergas me corría…
El sonido de la cafetera me devolvió al mundo real. Me
levanté corriendo del sofá y me serví una taza. Eché un poco de leche. Mientras
lo absorbía, observé mi hogar. Qué orgulloso estaba de él. Había conseguido
pagar la hipoteca mes a mes sin preocuparme por el dinero. A la derecha de la
entrada estaba la cocina americana completamente nueva. Junto a ella, el salón.
Una barra de bar los separaba. La sala de estar era amplísima. Y al fondo de
ésta un enorme mirador me ofrecía unas vistas increíbles de la ciudad. Suspiré.
“Si esto lo he conseguido yo, ¿cómo no voy a conquistar a GI?
Con la taza en la mano me acerqué hasta el ventanal del
salón. Corrí la cortina. En la calle diluviaba. Pero en mi interior el sol
comenzaba a aparecer de entre las nubes. El lunes estaba a punto de desembarcar
en nuestras vidas. Por fin me reencontraría con ella.
12/16
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