viernes, 12 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 2


Juanjo y Teresa. Parte 2

1 mes después:

Era de noche y Teresa estaba sentada en su cama meditando. Se levantó y comenzó a ir de un lado a otro de la habitación. Se encontraba inquieta. Continuamente se llevaba el dedo índice a la boca y se mordía las uñas.

-Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo-se decía a sí misma cada segundo.

De repente apareció Juanjo.

-Me voy a dormir ya, o a intentarlo-dijo al mismo tiempo que se metía en la cama.

-Está bien. Yo me voy al salón un rato.

Desde el despido de Juanjo, él no había sido el mismo y su matrimonio pendía de un hilo. No sabían cómo arreglarlo. Los dos estaban hartos.

Teresa se fue al salón. Estuvo 5 minutos sentada en el sofá. Después se levantó, se agachó y sacó una mochila del espacio que había entre el suelo y el mueble. Inmediatamente fue al baño y se cerró con el pestillo. Escasos minutos después salió con una gabardina que le tapaba hasta la rodilla y se marchó de casa.

Bajó las escaleras del edificio hasta llegar al garaje. Allí, se paró en la puerta delantera de su coche mientras sacaba la llave de uno de los bolsillos de la chaqueta. Arrancó, miró al frente, suspiró y salió del subterráneo. Abandonó la ciudad y se detuvo en la periferia. Estaba todo muy oscuro. Se quitó la gabardina y salió del vehículo. Llevaba una falda de cuero negro que tan solo llegaba hasta la mitad del espacio entre la cintura y la rodilla. En la parte de arriba portaba una camiseta que parecía más bien un sujetador. En los pies unos tacones enormes.

Caminó durante unos minutos y se detuvo en una esquina de la carretera. Con una lágrima de cada ojo recorriendo su rostro para caer al vacío, esperó hasta que un coche se parara. No tardó demasiado en suceder. Un BMW negro llegó y bajó la ventanilla.

-¿Cuánto por un completo?-preguntó el desconocido.

-45€ una hora-respondió Teresa nerviosa.

-Perfecto. Sube al coche y vamos a un hostal que hay aquí al lado.

Teresa se montó y el coche se perdió en la oscuridad. Durante el trayecto el hombre no calló ni un segundo. Ella estaba tan nerviosa que no se había fijado en su cara ni en su físico en general. Tan solo escuchaba su grave voz.

El camino, a pesar de durar 5 minutos, a Teresa le resultó eterno. Como si se hubiera tratado de 1 hora. Se bajaron los dos del vehículo y rápidamente entraron en el hostal. El desconocido saludó al recepcionista como si le conociera de siempre. Teresa sospechó que todas las noches repetía la misma acción con otras mujeres.

La posada parecía lúgubre y oscura pero, para su sorpresa, la habitación parecía prácticamente de un hotel de 5 estrellas. Sólo faltaba un jacuzzi.

-Túmbate en la cama y vete desnudándote-dijo el hombre mientras entraba en el baño.

Teresa asintió con la cabeza y lo hizo. Él salió del aseo en calzoncillos y rápidamente se metió en la cama con ella. Teresa estaba a punto de vomitar de lo nerviosa que se encontraba. Nunca había hecho algo así. La crisis y la extrema escasez de comida en su hogar obligaban a hacer locuras, pero jamás se habría imaginado llegar a tal extremo.

Por suerte, el hombre no tardó mucho en terminar. Resultó un alivio para ella. Mientras se vestía, cogió su chaqueta y le dio los 45€.

-Toma. Aquí tienes-dijo dándole el dinero-Por cierto, ¿cómo te llamas?

-María-el nombre le salió del alma. Fue puro instinto.

-Encantado María. Yo me llamo Antonio, Antonio Pérez.

Teresa no se había fijado en su cara en ningún momento. En ese instante se percató de que el hombre, de entre 45 y 50 años, poseía bastante atractivo físico. Además le resultaba familiar. Pero eso no era lo importante. Lo importante era que por fin tenía dinero para ir al supermercado y para ahorrar para la hipoteca. Hacía pocos días que había llegado una notificación de aviso de embargo y tenían que hacer lo imposible para evitarlo.

Los dos se vistieron y Teresa se disponía a abandonar la habitación. Giró la manilla pero la puerta no se abrió. En ese momento se percató de que estaba cerrada con llave.

-¿Puedes abrir?-preguntó.

-¿Te quieres ir ya?-dijo Antonio con tono sombrío.

-Sí. Me esperan en casa.

Antonio cogió su chaqueta, se la puso e inmediatamente sacó una pistola. Apuntó a Teresa.

-Yo creo que no te deberías de ir. Después de tanto tiempo por fin te he encontrado.

CONTINUARÁ

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