Especial Halloween 2012: Oscuridad.
La historia que voy a contar a continuación ocurrió unos
meses atrás. Hasta ahora no me había atrevido, pero creo que ya es el momento.
Por cierto, no me he presentado. Mi nombre es Pedro. Tengo 25 años. Soy de pelo
castaño y rapado. Mi piel algo clara y mis ojos verdes. Mido 177 cm.
Era 31 de octubre de 2012, Halloween. Aquella noche tenía
una fiesta en el chalet de un amigo. Nadie iba disfrazado. Acudí con mi novia,
una mujer con la que llevaba 10 años. Ojos azules, pelo rubio y totalmente
liso, etc. Como quería acordarme de todo al día siguiente, no bebí alcohol.
La noche transcurría según lo previsto salvo algunos vómitos
en el baño y alguna caída al suelo. El resto, todo normal. Mi novia, Lucía,
había bebido más de la cuenta y tenía la libido bastante subida. Yo no soy un
hombre de piedra y en cuanto comenzó a besarme el cuello, corrimos al coche y
fuimos al bosque que había detrás de la casa.
Tras unos minutos de pasión dentro del vehículo, nos
vestimos. Los cristales del automóvil estaban bastante empañados por lo que
encendí el aire para que el vaho desapareciera. Cuando lo hizo, Lucía observó
que el exterior estaba totalmente oscuro. No podíamos ver ni los árboles más
cercanos. Abrí la puerta y salí. Una ráfaga de viento me congeló la nariz y las
manos por lo que tuve que coger unos guantes del maletero. Sin embargo, tuve
que pegarme al coche porque estaba todo negro. Era como si estuviera totalmente
ciego. Entré rápidamente en el vehículo, encendí la luz del interior y me di
cuenta de que eran imaginaciones mías. Veía.
Lucía estaba algo nerviosa y me obligó a encender las luces
delanteras. No funcionaban. Una sensación de rareza me recorrió el cuerpo desde
los dedos de los pies hasta mi frente. No sabíamos qué estaba pasando. El
exterior no estaba oscuro, estaba negro. Como si un dibujante cogiera un papel
y lo pintara totalmente de negro. Igual. Era horrible.
Volví a salir del coche. Lucía me siguió. Cogí su mano y
comenzamos a andar. El suelo estaba embarrado. No recordaba que lo estuviera la
primera vez que me había bajado del vehículo. Anduvimos unos pocos metros con
miedo a caernos por un barranco o algo parecido. Pero no fue así. Todo seguía
igual con la diferencia de que cada vez había más tierra y agua. De repente
escuché el crujir de una rama tras de mí.
-¿Qué ha sido eso?-se asustó Lucía. Me abrazó.
-No lo sé cariño. Tranquila-yo no lo estaba, pero debía de
tranquilizarla. Soy muy protector, quizá demasiado. Y en esta ocasión era mi
responsabilidad subir un escalón más. Besé su frente prácticamente sin
agacharme, ya que le saco unos 4 cm más o menos, y deshicimos el recorrido para
volver al coche.
Ya dentro, encendí el motor y pisé el acelerador suavemente.
El coche se movió unos metros mientras daba la vuelta para salir de aquel
bosque el cual nos había engullido hasta la médula. Continuamos hacia delante,
continuamos, continuamos y continuamos. Estuve unos 5 minutos con el pie en el
acelerador. No había manera de salir de allí. Paré y me bajé. Cuando abrí la puerta
Lucía me agarró el brazo impidiéndome pisar el suelo.
-Cariño, por favor. No salgas-rogó con alguna que otra
lágrima.
No hice caso y seguí con mi hazaña. El suelo estaba más
embarrado aún que la vez anterior. La temperatura había bajado. Calculé que ahora
rondaría ya los 0ºC. Era todo demasiado raro. Ninguno de los anteriores años
había llegado el frío tan repentinamente. ¡Pero si el día anterior habíamos
llegado a los 20ºC!
Una sensación de agobio me invadió por dentro. Volví al
coche y pisé el acelerador. Esta vez al máximo. Todo seguía igual de oscuro. De
repente, tras varios segundos a 140 km/hora, Lucía gritó y frené en seco. Había
visto una luz. Di marcha atrás. A lo lejos se veía una luz roja que imponía
demasiado respeto. Era tan solo un punto. Empezó a parpadear y, algo o alguien,
golpeó mi ventanilla bruscamente. Lucía
y yo nos pegamos tal susto que dimos un salto en el asiento. Yo choqué mi
cabeza contra el techo.
Aquella luz roja nos tenía totalmente embobados. Estábamos
en la nada. Veíamos todo negro salvo el interior y el exterior del coche. Y de
repente de esa nada había aparecido una luz. Una luz roja que parpadeaba sin
cesar. Me decidí acercarme a ella lentamente con mi automóvil sin hacer caso a
lo que había golpeado el cristal. Cada
vez la observábamos más cerca. Desapareció en el mismo momento en el que el
motor del coche dejó de funcionar. Estábamos desesperados.
Pasaron unos minutos
y Lucía salió.
-¡¿Qué está pasando aquí?!-gritó mirando al cielo. Bueno, a
lo negro-¡¿Qué queréis de nosotros?! ¡Sacadme ya de aquí!-hacía un buen rato
que había dejado de estar borracha. Volvió a entrar.
-¿A quién le hablas?-pregunté extrañado. Fuera no había ni
un alma.
-No lo sé Pedro. Estoy desesperada-salió de nuevo-¡Dad la
cara!-ahora en serio, ¿con quién hablaba? Era como si ella supiera que había
algo ahí.
Inmediatamente, una luz blanca inundó todo el “cielo”. Lucía
se deshizo y cayó al suelo como si no tuviera ningún órgano ni ningún hueso en
su interior. Tan solo la piel y el cabello. Yo me quedé ciego. Escuchaba un
ruido bastante fuerte pero veía todo incluso más negro que antes. Algo me
agarró la mano y me arrastró por el suelo.
Lo siguiente que recuerdo fue encontrarme totalmente desnudo
y con heridas por todas partes en la entrada del bosque. ¿Había sido abducido
por extraterrestres? En ese momento estaba algo desorientado y no quería
pararme a pensar en eso. Vi la casa de
la fiesta y escuché la música. Era house
del duro, dubstep. Sin duda, esa era
mi fiesta. Corrí hasta llegar. En la puerta me encontré a mi mejor amigo y
otras 5 personas más, 3 chicos y 2 chicas.
-¿Dónde cojones estabas? ¡¿Qué te ha pasado?!-dijo mientras
me abrazaba muy preocupado. El resto de gente se acercó rápidamente a mí con
clara intranquilidad.
-He sido abducido por extraterrestres-me costaba hablar pero
aún así lo hacía muy rápido-Estaba en el bosque y todo se ha quedado negro. De
repente una luz en el cielo me cegó como si fuera un OVNI. Lo siguiente que
recuerdo es esto-todos me miraban fijamente alucinados. De repente la misma luz
que me había dejado ciego antes apareció en el firmamento. Caí al suelo y me
tapé los oídos. Parecía que el fin del mundo se acercaba. Volví a mirar hacia
arriba y todo había desaparecido. Se veían las estrellas y la luna. Las
personas que se encontraban a mí alrededor no paraban de mirarme confundidos.
-¿La habéis visto?-pregunté mientras me levantaba con los
ojos muy abiertos.
-No. No hemos visto nada-respondió mi amigo observándome. Me
acordé de Lucía. Estaba desaparecida. Empecé a llorar.
-Lucía ha desaparecido. Estaba conmigo en el bosque-dije.
-No. Lucía no ha estado contigo-respondió como si estuviera
hablando a un loco-He estado con ella toda la noche y me ha ayudado a buscarte
las 4 horas que has estado desaparecido.
-Pero…-dije sin poder pronunciar palabra alguna. Lucía
apareció. Acababa de salir de la casa. Se me quedó mirando fijamente como lo
hacían todos. Se estaba convirtiendo en costumbre. Corrió hacia mí llorando y
después lo expliqué todo. Su respuesta fue: “yo no he ido contigo a ningún
sitio. Saliste de casa sin avisar. Tampoco cogiste el coche. Las llaves las
tengo yo”.
-Pedro-prosiguió mi amigo. Por cierto, se llamaba Juan-¿Has
tomado algo raro? Quiero decir en la fiesta.
-No. Bueno, he picado algo antes. Pero no he bebido
alcohol-respondí mientras recordaba.
-¿Has comido las setas que había en la nevera?-era su casa y
como yo era su mejor amigo podía coger toda la comida que quisiera.
Asentí.
-Son alucinógenas.
FIN
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