jueves, 25 de octubre de 2012

Tiempos modernos. Capítulo 6


Antonio. Parte 2

Aquella noche Antonio no pudo dormir nada. Sabía perfectamente que no había sido un político ejemplar. De hecho, probablemente fuera uno de los peores. Por ello, estuvo 8 horas tumbado en la cama de un lado para otro. Cuando conseguía dormirse, inmediatamente soñaba algo relacionado con la corrupción y se despertaba de un salto. Se dio cuenta de que necesitaba a alguien.

Por la mañana siguiente se arregló, se vistió de traje y acudió a primera hora al despacho de su hermano Javier, empresario que dirigía la compañía de congelados más importante de España. Bruscamente entró en la oficina.

-¡¿Dónde está Javier?!-preguntó a la secretaria.

-Está dentro-respondió ella. Ipso facto, Antonio abrió la puerta y entró. La secretaria lo intentó evitar pero no obtuvo resultados.

-Tranquila Juana. Puedes marcharte-dijo educadamente Javier cuando ambos se encontraban dentro.

Antonio estaba demasiado exaltado. Sabía perfectamente que Javier notaba que ocurría algo. No era muy difícil darse cuenta. Pero era imposible interiorizarlo. Un mar de acusaciones estaba a punto de caer sobre él y necesitaba ayuda urgente.

-Se avecina una muy grande-dijo encadenando las palabras sin espacios.

-¿Cómo? ¿Qué dices Antonio?-preguntó Javier extrañado.

-A ver. Hay una conspiración en el gobierno. Va a salir toda la mierda-los nervios de Antonio se iban incrementando cada segundo. El sudor comenzaba a divisarse en su frente y en sus sobacos. Sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y se limpió.

-¿Qué mierda? ¿Qué dices?-Antonio no estaba seguro si Javier conocía la corrupción que había en su trabajo. Pero era su hermano. No le importaba contárselo y, en estas circunstancias, menos.

-Que todas las corrupciones de los políticos y empresarios van a empezar a salir a la luz y nos van a empezar a juzgar. Además, España se está hundiendo económicamente. Nadie de la población sabe nada, pero como esto siga así muchos de ellos se van a ver en la calle en muy poco tiempo-el rostro de Javier cambió por completo al escuchar estas palabras. Sus cejas cayeron, y adoptó una expresión de enfado y rechazo.

-Antonio. ¡Fuera de aquí! Yo no tengo ningún problema.

-Tienes que ayudarme. Me van a investigar de un momento a otro-empezaba a pensar que su hermano no iba a socorrerlo.

-Si eres corrupto Antonio, no es mi culpa. Es problema tuyo. Fuera de aquí o llamo a seguridad.

-Mamá no querría esto-dijo Antonio llorando, a pesar de que la relación con su madre era prácticamente inexistente. Su padre había fallecido hace 3 años-Mamá y papá querrían que me ayudaras Javi. Por favor. ¿Cuánto quieres? ¿10.000€?-preguntó sacando del bolsillo de su pantalón un talonario y un bolígrafo.

-¿Te crees que soy un ‘politicucho’ de tres al cuarto a quien le puedes sobornar? Soy tu hermano. No soy escoria-inmediatamente Antonio lo volvió a guardar-En mi vida he aceptado un soborno. Esta empresa la levanté yo con el sudor de mis manos. Antonio Pérez, ¡fuera de aquí!-exclamó mientras se levantaba y señalaba con el dedo índice la puerta de salida.

Se marchó rápidamente. Un sentimiento de enfado y de celos empezó a recorrer todo su cuerpo. Enfado, porque no lo había ayudado. Celos, porque Javier había llegado a lo más alto del éxito con las manos limpias. Antonio las tenía muy sucias.

Llegó a su chalet de la periferia. Se quitó la corbata y la chaqueta. Las tiró al suelo. Fue al salón y cogió una botella de Coñac. Con ella acudió a la cocina. Sacó un vaso del armario, dos hielos del congelador y se sirvió una copa. Después se tumbó en el sofá y empezó a beber. Se puso a pensar en todo lo que le estaba ocurriendo y se acordó de la carta que había recibido el día anterior. No sabía qué hacer. Al final llegó a la conclusión de que lo mejor sería pagar a la desconocida los 2.000€ al mes. Mientras tanto, movería cielo y tierra para encontrarla. Y en el momento que eso ocurriera sería su fin.

Por la mañana siguiente, Antonio se despertó como si todo estuviera en orden. Quería aparentar normalidad. Se levantó a las 7, se duchó, desayunó mientras leía el periódico-por si acaso aparecía su nombre-cogió su maletín y se marchó al despacho. Llegó media hora antes. Tenía un asunto que tratar. Se sentó en su silla con gesto serio. Descolgó el teléfono y marcó un número.

-¿Mario?-preguntó con  tono sombrío y apagado. No conseguía disimular su depresión.

-Dime Antonio-respondió.

-Verás. Tengo un pequeño problema-no sabía cómo contárselo. Se trataba de un amigo suyo, pero que te extorsionen no es plato de buen gusto-Resulta que hace un tiempo fui a un bar. Conocí a una chica que me gustó mucho físicamente. Fuimos a un hostal y, bueno, pasó lo que tenía que pasar-de repente Antonio se acordó del topo. Sabía que Mario no era pero, ¿y si estaba escuchando la conversación? ¿Y si el teléfono estaba pinchado?-espera. Mejor quedamos. Te envío un SMS por el móvil con la hora y el sitio. Esto no es seguro-inmediatamente colgó y le mandó el mensaje.

Era ya de noche y Antonio condujo hasta un polígono totalmente alejado de la ciudad, de forma cautelosa por si le seguían. No fue así. Se bajó del  coche y esperó unos minutos. Estaba todo muy oscuro. Un vehículo llegó con las luces apagadas. Por si acaso, él se escondió hasta que se dio cuenta de que era Mario. Justo en ese instante empezó a llover fuertemente. Se refugiaron en el automóvil.

-¿Qué ocurre?-preguntó Mario preocupado. Mario era un policía de 26 años. Su pelo era castaño y algo rizado. Ojos marrones. Vestía como lo hacen los jóvenes de esa edad hoy en día. Vaqueros, zapatillas bajas, sudadera, etc. Antonio lo notaba más contento últimamente puesto que había conocido a una chica. No quería presentársela todavía.

-Hace unos meses conocí a una chica en un bar-comenzó a explicar algo nervioso-Fuimos a un hostal. Usamos condón, pero supongo que estaría roto o algo. Yo no lo sabía. Pero ayer me mandó una carta-la sacó del bolsillo de su americana. Mario leyó, frunció el ceño.

-¿Qué quieres que haga?

-Búscala. Era una mujer de unos 25 años. Esa noche llevaba un vestido rojo muy apretado y unos taconazos negros. Pelo rubio ondulado… ¿Podrás hacerlo?

-Con esos datos no lo sé-respondió Mario cabizbajo- lo intentaré. No te lo prometo-Antonio salió del vehículo y bajo la lluvia entró en el suyo.

Por la mañana siguiente, el político se encontraba en la oficina trabajando algo más tranquilo que el día anterior. Sin embargo, a las 11 de la mañana, 4 agentes de la policía irrumpieron con fuerza en su despacho.

-¿Es usted Antonio Pérez?

-Sí-respondió muy inquieto mientras se levantaba de la silla.

-Traemos una orden judicial de detención contra usted  por presunta implicación  en unos hechos consistentes en malversación de fondos públicos, evasión de impuestos y cohecho, según una investigación iniciada a raíz de una denuncia-dijo conforme esposaba sus manos.

-¿De…denuncia de quién?-preguntó Antonio derrumbándose sin poder articular prácticamente las palabras.
CONTINUARÁ

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