Los sueños, ¿sueños son? (Parte 1)
“Caminaba por el
monte. Caminaba con Veintidós y el Akita. Ambos corrían de felicidad. El sol
todavía brillaba. Aunque con menos fuerza que hacía unos minutos. De un momento
a otro desaparecería entre las copas de los pinos de la montaña.
Yo vestía con ropa
apropiada para la ocasión. Aunque llevábamos andando desde por la mañana,
todavía permanecía en un estado casi perfecto de limpieza. Al contrario que mis
dos perros. Se habían restregado contra heces de vaca y el olor que desprendían
era nauseabundo.
Poco a poco nos
acercábamos al inicio del pueblo. La carretera era el típico camino de tierra
por donde apenas viajan vehículos. Pero que de repente aparecen tres o cuatro a
toda velocidad. Así fue. Se presentó sin avisar un trío de autocares a unos 100 km por
hora. Veintidós, sin haberse percatado de ellos, vio un gato al otro lado de la
calzada y en cuestión de dos segundos se lanzó hacia él. Los coches frenaron en
seco en ese mismo instante y por escasos dos metros no atropellaron a mi galga.
Inmediatamente pedí perdón a los conductores y reñí a la perra. El corazón me
fue a mil por hora.
Cinco minutos después,
todavía por aquella zona, Veintidós desapareció. La busqué con el Akita por
todas partes. La preocupación era inmensa. La perra no volvía y la noche comenzaba a apagar el sol encendiendo las estrellas
en el cielo. Apenas veía lo que tenía a mí alrededor. Daba un paso. Gritaba su
nombre. Daba otro paso. Volvía a gritar y el can que tenía junto a mí ladraba.
En mi interior pensaba que estaba llamando a Veintidós para que volviera. Pero
no nos escuchaba.
Una hora después
continuábamos con la búsqueda. No quería cesar en ella. Pero en aquel instante,
mi mente caminó libremente y llegó a la conclusión de que podía haber vuelto a casa
y que ahora nos estaría esperando en la puerta. Mis piernas adoptaron la misma
opinión y comenzaron a caminar sin que
yo pudiera evitarlo. Lo que sí que evitó que diera otro paso fue un
ladrido cercano. Un ladrido de Veintidós.
Volví a gritar.
-¡Veintidós! ¡Ven aquí
ahora mismo!
Volvió a ladrar.
-¡Veintidós!
Me acerqué al lugar
desde el que los emitía. Escuché un disparo y sus lloros. Corrí hacia allí. La
carrera estaba siendo eterna. Parecía no acabar nunca. Llegué. La vi tum…”
De repente me desperté. Eran las 8 de la mañana y tan sólo
llevaba durmiendo dos horas. Había tenido una de las peores pesadillas de toda mi
vida. Posteriormente me dormí y el sueño continuó. Por desgracia, más
adelante en el tiempo cobraría sentido…
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