domingo, 18 de diciembre de 2011

Un gran hombre. Un grandísimo hombre.

Olvidó su nombre. Olvidó donde vivía. Olvidó a sus nietos. Olvidó a su mujer. Olvidó a sus hijos. Olvidó hablar... Esta es la historia de un gran hombre. De un grandísimo hombre.

El 10 de marzo de 1939 una vida llegaba a este mundo. Era el principio de algo importante. De algo que no quedará en la historia, pero sí en el corazón de cientos de personas. Creció en una España muy complicada. Pero con su inteligencia y su poderío supo hacer frente a todos sus problemas y alcanzar el éxito. Creó de la nada una asesoría jurídica convirtiéndose en una de las más importantes de la provincia. Se casó con la mujer que amaba por encima de todas las cosas. Formó una familia compuesta por cuatro hijos. Luchó por sacarlos adelante y poder mimarlos con regalos de vez en cuando. Luchó en su adolescencia para que no se metieran en demasiados problemas. Sus hijos se casaron, y le dieron nietos. Todo el mundo le tenía muchísimo aprecio. Todo el mundo le tenía cariño. Todo el mundo le quería. Era el ejemplo a seguir de muchas personas. Sin embargo, a los 70 años su médico le dio una mala noticia. Una mala noticia de la que por suerte, o por desgracia, ya no se acuerda. Poco a poco fue olvidando cosas. Primero olvidó a sus conocidos. Después a sus nietos. Más tarde a sus hijos, a su mujer, su nombre... Hubo un momento que incluso perdió la facultad de hablar. Enlazaba palabras sin sentido y más de la mitad de ellas no sabía lo que significaban. Tenía dificultades al andar y sus días se reducían a comer y a dormir. La vida le había consumido a este gran hombre todo su poderío y le había convertido en un ser ínfimo en el universo. Pero a pesar de todo, sigue siendo un gran hombre. Y durante el resto de los días de existencia de la humanidad, seguirá siendo un gran hombre. Un grandísimo hombre.

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