martes, 15 de mayo de 2012

Una isla llamada Hogar.

Érase una vez una isla situada en el centro de un océano inmenso. Ahí, se encontraba Lucía, una chica de 20 años con expectativas muy positivas en su vida. Todos los días se acercaba a la playa para tomar el sol. Muchas noches se tumbaba en la arena y se quedaba dormida hasta la mañana siguiente. El clima de la isla era espectacular y jamás había visto una sola nube. Sin embargo, un día cualquiera Lucía se dio cuenta de que en el horizonte se divisaba algo de bruma y se extrañó. Hizo caso omiso y continuó con su vida habitual.

La jornada siguiente esas nubes estaban aún más cerca de la isla y cada vez eran más oscuras. Lucía, al verlo, se empezó a preocupar. En la isla nunca había aparecido tal aglomeración en el cielo. No sabía de qué se trataba. Varios días después, Lucía se despertó confiando en que todo había pasado. Abrió la ventana de su casa y vio que el sol no brillaba. Salió de su hogar ansiosa por saber lo que estaba ocurriendo. Corrió hasta llegar a la playa y vio el cielo totalmente cubierto por lo que comenzó a llorar. Se tumbó en la arena entristecida pero segundos más tarde unas finas gotas comenzaron a caer. Posteriormente esas finas gotas se convertirían en un huracán que arrasaría toda la isla.

Inundaciones, tormentas, viento, la meteorología destruyó su hogar y con ello su casa. No tenía donde resguardarse en los malos momentos. Por fin tras varias semanas el temporal amainó y el sol volvió a lucir tímidamente. Lucía decidió reconstruir su morada dando prioridad a cosas de las que antes no se había dado cuenta. 

Antes no lo estaba, pero por fin se encontraba preparada para cualquier temporal. No importaba cual sería su magnitud, lograría superarlo.

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